7 mar 2011

DIA 30 – Martes

-¿Que vas a hacer con tu vida mi querido amigo?...

-¿A qué te refieres negrita?…

-¿Por cuál de todas te decidirás?…

-¡¿No te entiendo?!…

-¡Comencemos la lista!… ¡En primer lugar tenemos a Débora Riva-Agüero, la pituquita engreída de papá que lo tiene todo cuando abre la boca!… ¡solo cuando tú lo pides ella abre las piernas!… ¡En segundo lugar, Sandra Martínez, la vengativa, que busca castigarle a su enamorado metiéndose a la cama contigo!… ¡En tercer lugar, Raquel Paredes, la cojudita que siempre vivirá enamorada de ti, a pesar que tú nunca la veras con otros ojos que no sean de amiga!… ¡En cuarto lugar, Cristina Gómez, tu practicante, que tardaste un poco, pero que al final te la comiste!… ¡En quinto lugar, Ángela Málaga, aunque creo que ella no entra en el concurso por haberte puesto los cuernos con Benito; pero esta Paquita, su hermanita, que por poco y hacen de las suyas!… ¡Y por último esta Verónica Díaz, la famosa Verito!… ¡que puedo decir de ella!… ¡solo que!… ¡me cae bien, en medio de las loquitas con las que estuviste!…

-¡Bueno negrita!… ¡creo que un concurso como dices no sería lo correcto!… ¡Analicemos porque!… ¡En primer lugar Débora, tiene enamorado y es el primo de Vero, además nunca por nunca estaría con ella, los motivos son muchos, que al mencionarlos tendríamos un diccionario de sinónimos!… ¡En segundo lugar, a Sandrita, no la veo nuevamente como enamorada, tuvimos nuestra etapa, pero quedo ahí, en “tuvimos”!… ¡En tercer lugar, Raquelita, siempre la veré como la amiga que siempre estará ahí para escucharle y escucharme sin consecuencias extras, me refiero a una encamadita, que no cayera nada mal!… ¡En cuarto lugar, Cristinita, que!… ¡bueno, la tenía ganas hasta que ocurrió lo que tenía que ocurrir y de ahí no pasó a más!… ¡En quinto lugar, Paquita, está bien rica la chibola; pero!… ¡es muy chibola!… ¡Y por último esta Verito!… (…)… ¡Si me das a escoger entre todas ellas!… ¡pues, la respuesta es una sola!… ¡me quedo con mi Vero!… ¡y por ella pienso en hacer las cosas como deben de ser!… ¡la quiero como mierda negra!…

-¡Si la quieres como dices, entonces no seas el perro que eres!… ¡no la engañes!…

-¡No miento cuando digo que mis sentimientos son únicos para ella!… ¡en ella puedo encontrar la tranquilidad y confianza que nunca encontré en ninguna otra!…

-¡No seas caradura carajo!… ¡mientes a la pobre muchacha!… ¡Cuando estas frente a una cojuda dispuesta a seducirte, tu caes como perrito y te la metes a la cama!…

-¡Tal vez antes!…

-¡Hasta ahora!… ¡solo que ya no tan frecuentes como antes!… ¡maduraste un poco, lo reconozco!… ¡pero, solo un poco!… ¡al final tropiezas nuevamente!… ¡y lo peor es que sabes hacerla!… ¡La pobre Vero es tan ingenua que se las traga todo lo que dices!… ¡Tú nunca cambiaras mi querido Ricardo!… ¡Te lo digo como amiga!… ¡y porque te conozco!… ¡aunque trates de cambiar, no podrás hacerlo!…

-¡Te equivocas negrita!… ¡todos cambiamos en algún momento de nuestras vidas!…

-¡Eso es cierto!… Oye, cambiando de tema… ya tenemos nuevo director general…

-¡No jodas!… ¿y quién es?…

-¡Adivina!- dijo Josefa.

-¡No jodas!… ¿El jefe?- respondí.

-¡Sí hermano!… ¡el señor Federico Laguna!…

-¡Bien por él!…

-¡Claro que sí!… ¡¿pero, porque tan pensativo?!…

-¡Es que nuestro jefe se va a culear a esa rica hembrita que esta de secretaria!…

-¿A la Sofi?- preguntó Josefa.

-¡Sofía!- dije serio -¡Sofi para los amigos y personas importantes al igual que su número privado!… ja, ja, ja…

Ambos comenzamos a reír, recordando el comentario de Sofía en la entrevista que le hice.

-¡Negrita!… ¡regreso en un toque!… ¡voy a comprarme una gaseosa para bajar el calor interno que llevo!… ¿quieres que te traiga algo?- pregunté.

-¡No hermanito!… ¡gracias de todos modos!- respondió.

Fui a la cafetería a buscar la gaseosa “gratis” y algo más para comer.

-Mmm… ¿Josefa, no es así?- preguntó Sofía.

-¡Sí, ese es mi nombre!… ¿en qué te puedo ayudar?- respondió.

-¡En realidad!… ¡estuve esperando a que estés sola!…

-¿Perdón?... no te entiendo…

-¡Quería hacerte unas preguntas con respecto a!… ¡Ricardo!…

-Ja, ja, ja… me lo imaginaba…

-¿Por qué?- preguntó Sofía.

-¡No eres la única que quiere saber más de Ricardito Dasilva!…

Sofía sonrió avergonzada -¿Cómo es él?…

-¡Ricardito, es un hombre en la treinta años de edad!… ¡vive solo en un departamento alquilado a pocos minutos de acá!… ¡Siempre tiene frío, duerme con una frazada gruesa con motivos de tigres!… ¡es un chico grande!…

-¿Tiene pareja?- preguntó en voz baja.

-¡Sí!… ¡si tiene enamorada!… ¡y la quiere mucho!… ¡Que digo mucho, muchísimo!- respondió.

-¡Qué bueno!- dijo con una sonrisa pícara en los labios -¡Gracias Josefa!…

Aquella rubia despampanante se dirigió nuevamente a su sitio respectivo, mientras yo regresaba de la cafetería.

-¿Y esa cara?- pregunté.

-¡Nada!- dijo mirándome a los ojos -¿Qué es lo que te miran las chicas Ricardo?... ¡No creo que sea el bolsillo, porque para más vacío!… ¡Tampoco el cuerpo, porque estas súper flaco!… ¡tal vez la carita de niño, pero!… ¡ni tanto!… ¡No más que me pregunto, no consigo llegar a una explicación lógica!…

-¡Gracias por levantarme el ego hermana mía!…

-Ja, ja, ja… ¡sabes que lo digo con todo cariño Ricardito lindo!…

-¡Lo sé!… ¡lo sé!…

-¡Oye sabiondo!… ¿y ya fuiste a felicitar al señor Federico por el puesto asignado?- preguntó Josefa.

-¡No!- respondí.

-¿Por qué?...

-¡No me gusta ser sobón!… además por una felicitación no mantendré mi puesto laboral… ¿o sí?... Lamentablemente, acá todo es política… no tenemos comprados nuestros puestos…

-(…)…

-¡El silencio otorga!- dije al no escuchar refutar a Josefa -¡Sigamos trabajando negrita, hasta donde demos!…

-¡Sí!… ¡es lo mejor hermanito!...

El día siguió transcurriendo sin piedad. Las horas de la mañana parecían tener alas agitándose a mil por hora para llegar a la noche. Federico Laguna, nuevo director general de aquella institución, se dirigió de oficina en oficina y de escritorio en escritorio, saludando a los trabajadores, y de paso, a que lo feliciten por el cargo asignado. La hipocresía reinaba.

Al llegar la hora de salida, cada uno se dirigía a marcar su tarjeta respectiva. Yo como de costumbre al lado de mis fieles e incondicionales amigos, Josefa, Leónidas y Rodrigo -¡Buenos muchachos!… ¡mañana es otro día!…

-¡Si pues Ricardín!… ¡hay que darle nomas!- respondió Leónidas.

-¡Nos vemos mañana!- dije.

-¡Hasta mañana Ricardo!… ¡y recuerda lo que hablamos en la mañana!… ¡deja de ser el perrito que eres, oliendo culos que no son tuyos!…

-Ja, ja, ja… ¡que graciosa eres carajo!…

-¡Cuídate!… ¡nos vemos mañana!- se despidió Josefa.

-¡Cuídate negrita!… ¡te quiero mucho!- respondí en voz baja.

Al llegar a mi departamento encontré las maletas de Ángel sobre la cama, listas para mudarse.

-¡Oye!… ¿y tú, a dónde vas?- pregunté.

-¡Me mudo hermanito!…

-¿Y adonde?…

-¡Conseguí un trabajo como diseñador y diagramador grafico!… ¡Tú sabes que eso es lo mío!… ¡además, me pagaron por adelantado!…

-¡Nadie paga por adelantado a un recién contratado!…

-¡Nadie!… ¡a menos que sea un amigo de confianza!…

-¡No te vayas a meter en problemas Angelito, que tú eres experto en eso!…

-¡No te preocupes Ricardo!… ¡creo que aprendí la lección!… ¡al menos por esa parte!… ¡pero, si llego a tocar la puerta de tu depa a altas horas de la noche, sabrás que estoy en problemas!… ja, ja, ja…

-¡Llámame si necesitas algo!- dije dándole un abraso y un beso en la mejilla.

-¡Lo haré loco!… ¡lo haré!… ¡Ah!… ¡me estaba olvidando!… ¡esto te pertenece!- dijo Ángel entregándome la carta de Cristina.

-¡Gracias!…

-¡Totales!- respondió Ángel.

Cerré la puerta de la habitación y me senté en la cama para poder leer aquella carta con más tranquilidad. Tanto había dejado en espera aquel momento que me temblaban las manos y el corazón se me agitaba.

Comencé a leerla mientras se dibujaba una sonrisa en mi rostro.

Querido Ricardo:
Imagino tu rostro de extrañeza, y tal vez cierto temor, al encontrar esto sobre tu mesa. Tranquilo, sabes que la prudencia siempre ha sido una de mis cualidades principales y que jamás osaría poner en peligro tu relación con Verónica. Después de todo, sigo teniéndote en muy alta estima. Me aseguré bien de que estas letras te lleguen, por eso lo puse a vista tuya, y sepas lo que tengo que decirte.
Me he cansado de vivir. Estoy agotada. Sí… sé que estas palabras pueden sonar un poco siniestras para comenzar una carta que ha tardado demasiado tiempo en llegarte. Pero ambos sabemos que desde el fin de nuestra relación laboral, no teníamos demasiado que decirnos, sin poner en peligro nuestro nuestra amistad y aquel sentimiento secreto que sentía hacia ti. Digo pequeño por lo discreto del mismo, no por su contenido, cuyos recuerdos han llenado muchas horas de mi vacía existencia.
Las razones son muy simples. En realidad, soy yo quien las ha simplificado hasta poder asumirlas. Ya me conoces, soy práctica hasta el extremo. La realidad, allende a mis deseos de simplicidad, es bastante más compleja. Si he tomado una decisión tan drástica, ha sido precisamente por la amalgama de sentimientos negativos e incontrolables que guardaba dentro. Ahora estoy tranquila.
Lo que no sabes, es que estoy casada, pero no soy feliz. He querido a mi esposo con locura. En el más estricto sentido de la palabra. Lo amé como nadie ha amado. Ni siquiera como lo que sentí por ti. Nuestra relación fue especial y dulce, apasionada, pero tengo que confesar que sólo lo he amado a él. Ya sabes que siempre fui reticente a caer en la tentación de tu cuerpo. Pero en tu defensa debo decir que aún no ha nacido la mujer que se resista a ti. De él, he esperado y esperado un gesto, una palabra amable, una caricia… que nunca llegó. Es un hombre frío, que me respeta, pero nunca me valoró como persona. Si acaso, como esposa. Sé que en ese rol no tiene queja de mí, pero yo no soy como las otras mujeres, bien lo sabes. Yo siempre esperé un igual, y él jamás pensó en tener uno.
Las mujeres con las que me relaciono, no las llamaré amigas, opinan que he tenido mucha suerte con mi esposo. Yo me limito a sonreír. ¿Cómo hacer cambiar de opinión a alguien que lo tiene todo tan claro? Aunque ni siquiera puedan sospechar todo el vacío, toda la destrucción que su ignorancia hacia mí ha causado, se permiten felicitarme cuando en nuestras charlas vespertinas, no hacen más que lamentarse de su vida. No me interesa que sepan nada de mí. No me interesa que me juzguen, porque no las considero capaces. Bien sabes que mi mayor felicidad hubiese sido una vida plena, en el sentido de la cultura, del amor, de la pasión, del compromiso social, y no sentirme atada en un rincón, ocultando mis aficiones que no casan con el estilo de vida que mis padres me inculcaron y que todos esperan de una mujer como yo: ver, oír, callar, servir, complacer… A veces pienso que me hubiese ahorrado mucho dolor plegándome a mi destino. A veces pienso que tal vez hubiese sido más conveniente no haberte conocido. Tú me enseñaste todo lo que yo no podía ver, aunque ya intuía. Mi mayor dolor fue saber que cuando te conocí, mi oportunidad ya había pasado. Perdóname. Me equivoqué de nuevo.
Ni por un momento te sientas culpable. Tú fuiste, y sigues siendo mi dicha. Me despido de ti profundamente agradecida.
Cuídate muchísimo Ricardo Dasilva.
Con cariño: Cristina Gómez.


-¡Te voy a extrañar cojuda!…

Tomé el celular mientras rompía la carta en muchos pedacitos y lo arrojaba al basurero (para no dejar evidencia alguna), luego llamé a Verónica -¿Aló… ¿amorcito?… (…)… Quería escucharte un ratito… ¿no quieres venir al depa?... estoy solito… Ángel se mudó a un departamento ubicado en no sé dónde, pero se mudó… (…)… bueno… sino puedes venir, voy a verte… (…)… ok… entonces, espérame una media hora, para salir a dar unas vueltas, quiero darme un duchazo rápido… (…)… yo también mi amor… te quiero…

Di un suspiro profundo, me quité la ropa que llevaba puesta, agarré la toalla y me dirigí al baño a darme una refrescante ducha de cinco minutos. Al salir del baño oí que golpeaban la puerta de la habitación y me dirigí a abrir la puerta.

-¡Débora!… ¿qué haces parada en la puerta de mi habitación?- pregunté sorprendido.

-¿No puedo pasar a verte?...

-¡No!… ¡no puedes, porque estoy de salida!… ¡Justamente en estos momentos estaba a punto de cambiarme de ropa para ir a casa de Verónica!…

-¡Lo sé!- dijo Débora.

-¿Y cómo lo sabes?- pregunté.

-¡Es que Gustavo está en casa de Verónica y me dijo para ir allá, para luego irnos a su departamento!… ¡y hacer cochinaditas ricas!…

-¡Cuando no tú, loca por el sexo!…

-¡Tú me acostumbraste!…

-¡No me vengas con mentiras, que tú ya eras así cuando te conocí!…

-¡Mientes!…

-¡La pinocha eres tú!…

-¡A mí no me crece nada!… ¡a ti sí!- dijo pícaramente.

-¡Que quieres cholita!…

-¡Ricky de mierda!… ¡sabes que no me gusta que me digan cholita!… ¡o sea!… ¡tú lo sabes!…

Sonreí -¡Que te parece si me dejas cambiarme de ropa y charlamos otro día!…

-¡Qué te parece si mejor hacemos el amor, luego nos damos un remojón y luego cada uno va por su lado!…

-¡No me parece mi querida cholita!- dije.

-¿La conciencia te gana?...

-¡Las ganas de hacer bien las cosas!…

-¡Es tu conciencia cojuda!… ¡pero, las ganas de estar conmigo te corroen!…

-¡Chau Débora!…

No terminé de hablar cuando ella se lanzó hacia mí y comenzó a besarme, siendo correspondida -¿Viste?… ¡no podemos cambiar Ricky!…

-¡Tal vez tú, pero yo sí!- dije apartándome de ella.

-¡Nadie tiene que enterarse!…

-¡No me tientes cholita de mierda!- dije sonriendo.

-¡La tentación es mi pecado favorito!… ¡y tú lo sabes bien!…

-¡Es mejor que te vayas Débora!…

-¡Dejaremos pendiente este encuentro mi querido Ricardo Dasilva!… ¡Podrás dejar atrás todo lo demás!… ¡pero, esto es más fuerte que nosotros!… ¡y tú lo sabes!…

-¡Lo sé!… ¡y por eso trato de dominarlo!…

-¡Hagamos el amor por última vez!…

-¡Eso de “última vez” es una gran mentira!…

-¿Viste?… ¡ni tú lo aceptas!…

-¡No me confundas con tu juego de palabras!… ¡no cederé esta vez!…

-¡Bien! ¡Lo pasaremos por esta vez!… ¡pero, ten en cuenta Ricky que ahora estaremos más cerca que nunca!… ¡nuestros enamorados son primos, recuérdalo!- dijo Débora con una sonrisa pícara y seductora -¡Nos vemos más tarde Ricky!…

Cerré la puerta de la habitación y me cambié de ropa, agarré mi celular y cuando estuve a punto de salir tocaron nuevamente la puerta.

-¡Amor!… ¡que sorpresa!- dije ante la presencia de Verónica en la puerta de mi habitación.

-¡Quería ahorrarte el viaje de ir a mi casa!… ¡así que mejor vine para acá!… ¿qué te parece?- preguntó Verónica.

Di un suspiro, esta vez mucho más largo que el anterior -¡Me parece genial mi amor!…

-¡Quedémonos aquí en tu depa!… ¡veamos una peli por cable y hacemos canchita, y la pasamos solitos los dos!… ¡qué te parece mi amorcito lindo precioso!- dijo Verónica.

-¡No hay nada mejor que eso cosita!… ¡no hay nada mejor!… (…)… ¡Te Quiero!…



FIN