7 mar 2011

DIA 22 – Lunes

-¡Morena!… ¡acabo de leer una de las publicaciones de Ricardo en el internet!…

-¡Buenos días señor Segundo!- respondió Josefa -¿A qué se refiere con que leyó una de las publicaciones de Ricardo?...

-¡No te hagas la que no sabes!… ¡un amigo mío me pasó la dirección en internet de las publicaciones que Ricardo hace!… ¡yo no sabía que hacia esas cosas!…

-¡Ricardo, simplemente escribe novelas y crónicas!… ¡En ellas suele escribir parte de fantasías y verdades sobre su vida!… ¡aunque nadie sabe a ciencia cierta que parte de lo que escribe es real y que parte es lo imaginario!… ¡No le interesa escribir sobre lo que no conoce o lo que no le toca el corazón!… ¡Sólo escribe de lo que conoce, lo que ha vivido, lo que ha dejado una huella más honda en su memoria!… ¡y al hacerlo, escribe sobre las personas que más influencia han tenido en su vida sentimental, con las que ha compartido alguna forma, apacible o peligrosa, de intimidad: sus amigos, sus amigas cariñosas, la gente que ha estado en su vida y ha dejado un recuerdo poderoso, imborrable en él!… ¡así es Ricardo, señor Segundo!… ¡no sabe escribir de otra manera, no quiere escribir de otra manera!… ¡siente que, como principiante a escritor, tiene derecho a contar su vida, su intimidad, sus recuerdos más perturbadores, su fantasía!… ¡No ignora que, al hacerlo, distorsiona su pasado, lo afea o embellece, lo corrompe y exagera, se inventa una vida ficticia que no ha vivido del modo más o menos afiebrado en que la narra, pero que tal vez le hubiera gustado vivir!… ¡Por eso, la intimidad que cuenta en sus novelas y sus crónicas es la suya y no es la suya, porque se basa en su vida, pero no es, en rigor, la que ha vivido sino la que cree o recuerda haber vivido, que ya no es lo mismo, porque la memoria y el tiempo conspiran minuciosamente contra la verdad, y la que luego escribe, fabula o fantasía a partir de esos recuerdos, termina siendo una cosa completamente distinta, mejor o peor, generalmente peor, de lo que en realidad vivió!… ¡Sin embargo, muchas de las personas que, por culpa del destino o porque así lo han querido, han visto sus vidas confundidas con la de Ricardo, sus amigos, sus amiguitas cariñosas, sus compañeros de trabajo, creen formar parte de sus historias, siendo a veces simples coincidencias que no tenía derecho a contar esas cosas tan privadas, aquellos secretos más o menos inconfesables, unos asuntos contrariados o felices, que, piensan ellas, pertenecían al ámbito de su intimidad y que, al recrearlos y publicarlos en la forma de una novela o una crónica, él ha expuesto indebidamente, faltando al pudor, a la discreción y al respeto a una sacrosanta privacidad que esas personas sienten que ha sido violentada, traicionada y, peor aún, falseada, porque, en efecto, las cosas que cuenta Ricardo no son como ellas las recuerdan sino como él, arbitraria y caprichosamente, se ha inventado!… ¡Varias personas que se sienten aludidas con los personajes que aparecen en sus historias se lo han dicho, en tono más o menos áspero, en público o en privado!… ¡Ricardo cree por eso que aquel antiguo conflicto ético entre el derecho de un escritor a contar su vida en forma de ficción o directamente de memorias y el derecho de otras personas a proteger su intimidad, impidiendo que el escritor cuente su vida, sólo puede ser zanjado del modo en que triunfen, ante todo, el arte, la belleza y la más insolente verdad o la oscura y quebradiza verdad que es la que se resigna a contar el escritor, y en que fracasen así las conspiraciones del silencio, de la chatura moral, del falso honor y las mentiras en el armario o bajo la alfombra, que son las que pregonan los defensores de esa curiosa decencia social que el escritor, si lo es de verdad, se verá obligado a dinamitar, aun a riesgo de quemarse las manos y el honor!- concluyó aquella leal amiga sacando cara por su amigo incondicional.

-¡Pues!… ¡que te puedo decir morena!… ¡con todo lo que acabo de escuchar, no me queda más que regresar a mi oficina!- respondió Segundo retirándose vencido hacia su despacho.

-¡Carajo morena!… ¡lo cagaste en una!- dijo Leónidas.

-¡Nunca leí sus historias!… ¿de qué editorial son?… ¿dónde las puedo comprar?- preguntó Rodrigo.

-¡No don Rodrigo!… ¡no ha publicado ninguno de sus libros en ninguna editorial!… ¡simplemente los coloca en la internet y el que lo quiere lo lee!… ¡como el mismo dice, nadie está obligado a leer tonterías, pero la cojudecita y cochinadita entretienen!… ¡aunque a veces sus historias se vuelven un poco aburridas, otras veces nos deja en suspenso!… ¡y otras nos sentimos parte de lo que leemos!… ¡nos compenetramos tanto que llegamos a odiar y amar a los personajes, creyendo que son reales!… ¡es una locura cuando te involucras en ese tipo de historias!… ¡aunque sepas que son parte de realidad y parte de ficción!…

-¡No entendí ni una palabra que dijiste morenaza, pero de solo escucharte me motiva a leerla!- dijo Leónidas.

-¡Tenga cuidado don Leo, que de repente se identifica con alguno de los personajes!…

-¡Buenos días jóvenes!- saludé a mis compañeros de labores -¿Que pasa que están chismoseando tan temprano y sin mí?…

-¡Nada!… ¡solo que, vino Segundo a preguntar sobre tus publicaciones en el internet!- respondió Josefa.

-¡Ah!… ¡que rosquete!… ¡algún día haré algo en su nombre!… ¡mientras tanto que se joda queriendo salir en mis historias!… ¡no se hará famoso por mí!- respondí.

-¡¿Y a ti cojudo, que te pasó?!… ¿por qué no viniste a trabajar en estos últimos días?… ¿se te han subido los humos a la cabeza por estar culeandote a la sobrina del jefe?- preguntó Josefa.

-¡Nada negrita linda, solo que necesitaba ordenar un poco mis ideas!… ¡solo eso!…

-¡Pero, al menos una llamada telefónica, o un mensaje de texto!… ¡algo para saber de ti!… ¡tú sabes cómo es de cagada la cara de culo, y por cualquier cosa nos mete descuento!…

-¡Sí negrita, lo sé!… ¡pero, ya está hecho!… ¡a la mierda!…

-¡Sí pues!… ¡caballero nomas!- dijo Josefa.

-¿Viste a Verito?- pregunté.

-¡No!… ¡debe de estar en su área!- respondió Josefa.

-¡Por eso mismo te lo pregunto, porque no la veo!…

-¡No!… ¡no sé nada de ella!… ¡y para serte franca, no la vi desde que llegué!…

-Mmm… ¡Ok!… y… ¿dónde está Cristina?- pregunté.

-¡Fue reubicada a otra área!- respondió Josefa.

-¡Y, a donde, si se puede saber!…

-¡Dirección General!… ¡con el mismísimo Segundo Díaz!… ¡reemplazando a Carlita que está de vacaciones!…

-Mmm… ¡daré una visita a esa área en unos momentos!…

-¡Ya deja a esa muchacha tranquila!… ¡piensa con la cabeza grande!… ¡ya no con la cabecita arrecha!… ¡además Ricardito, hembra que no has de culear déjala que lo haga con otro!- respondió Josefa.

-¡Como piensas eso de mi Josefita linda!… ¡solo pienso visitar a mi ex practicante, mi ex secretaria!…

-¡Tu ex culo también!…

-¡No!… ¡no llegó a ser mi ex culo!… ¡pero, ganas no me faltaron!…

-¡No lo sé chibolo!… ¡no soy tu colchón!…

-¡Ya estoy tío negra, la edad pesa, y las huevadas se dejan atrás!… ¡ya no estoy para cojudeces ni exageraciones!… ¡los excesos cansan tarde o temprano!… ¡y como experiencia ya fue buena!…

-¡Esperemos que sea cierto lo que dices, y que no juegues con los sentimientos de Verito, mira que esa chiquilla es buena, no como las “cariñosas” con las que sueles meterte!…

-¡No negra!… ¡a Verito la quiero como mierda!…

-¡Lo sé Ricardo; pero, deja las huevadas a un lado!… ¡deja de ser el perro que eres!… ¡mira que puedes quedarte sin soga ni cabra!…

-¡Oye morena, déjale al Ricardito que goce la vida!… ¡aun es joven!… ¡yo a su edad estaba culeando a toda falda que se me cruzaba!… ¡y hasta ahora los culos no me faltan!… ¡siempre están que me llaman al celular pidiendo verme lo más rápido posible!… ¡tú sabes cómo son las chiquillas!… je, je, je- dijo Leónidas siempre con el tono lubricado.

-¡Ay don Leo, a usted solo lo llaman cuando las chibolas necesitan de su dinero!…

-Je, je, je… ¡hay que darles su propinita pues morenaje!… ¡de algo tienen que vivir!… ¡no solo viven de lechecita y huevito!… je, je, je- respondió Leónidas.

-¡Solo a usted lo agarran de cojudo señor Leónidas!- dijo Josefa.

-¡Ya déjense de vainas!… ¡el que puede, puede!… ¡sea con su plata o sin ella!… ¡y si a Leo aún se la para la huevada, que lo goce mientras pueda!- dije.

-¡Ah, claro!… ¡hombres tenían que ser para que defiendan sus huevadas!… ¡ustedes resultaron ser unos tremendos animales mañosos vestidos con ropa de oficina!… ¡lobos disfrazados con piel de oveja!- respondió Josefa.

-¡Ya negrita, no te enfades!… ¡es solo una broma!...

-¡No jodas Ricardo! ¡Tú eres otro pinga alegre que ve un culo y te la quieres culear en el instante!… ¡pobre de Verónica, no sabe la joyita que tiene por enamorado!- respondió Josefa retirándose a su escritorio.

Leónidas y yo nos quedamos mirándonos en silencio, cual niños resondrados por cometer alguna travesura, mientras Josefa llevaba a su escritorio y se sentaba a proseguir con sus quehaceres laborales.

-¡Leo, voy a visitar un toque a Cristina y regreso!- dije.

-¡Vaya nomas!- respondió Leónidas aun desorientado por el enojo de Josefa.

Crucé aquel camino que me conduciría al despacho del director general de aquella institución observando el sitio vacío de Verónica, que no estaba en su puesto de trabajo. Al llegar a la oficina de la máxima autoridad institucional, me encontré con la mirada penetrante y seductora de Cristina.

-¡Hola Cristinita!…

-¡Hola Ricardo!- respondió.

-¿Ricardo?... ¿ya no soy señor Ricardo?- pregunté.

-¡Ya no eres mi jefecito!- respondió Cristina -¡Además!… ¡solo hasta hoy estaré trabajando acá!… mañana saldré de viaje… y Vero me reemplazará…

-¿Como que te irás de viaje?… ¿por cuánto tiempo?- pregunté sorprendido.

-¡Ya no regreso Ricardo! ¡Es mejor así!… ¡además, me salió una oportunidad de trabajo que no puedo desperdiciar!… ¡me iré con toda mi familia!…

-¿Cuándo tomaste la decisión?- pregunté.

-¡El sábado!…

-¡Me da mucha pena que te vayas Cris!… ¡te lo digo en serio!… ¡aunque no lo creas te voy a extrañar mucho!…

-¿Que tanto me extrañaras?- preguntó Cristina.

-¡Mucho!…

-¿Cómo cuánto?…

-¡Como mierda!…

-¡Ish!… ¡asqueroso!… ¡ahora veo cuanto me quieres!…

Sonreímos sin esquivar miradas. Teniendo en cuenta que ambos teníamos una atracción que estaba a punto de desatarse.

-¿Sabes algo?- dijo Cristina.

-¡Dime!…

-¡Me hubiese gustado terminar lo que comencé! ¡tú sabes a lo que me refiero!... ¿no es así?...

-¿Te refieres a los masajes?- pregunté con tono de inocencia fingida.

-¡Desde luego!- respondió Cristina en el mismo tono.

-¡A veces las cosas suceden por algún motivo y otras no!...

-¡Sí!... ¡eso es cierto; pero, otras veces hay que darle un empujoncito para que sucedan las cosas!...

-¡Depende de qué tipo de empujoncito se necesite!…

-¡Ricardo!… ¡quisiera contarte algunas cosas saliendo del trabajo!… ¡cosas que a veces una no puede contar a alguien, por el simple temor del rechazo!… ¡sé que tú te diste cuenta de mis actitudes, a veces cuando estábamos en tu departamento, las llamadas que me ponían nerviosa y cosas por el estilo!…

-¿Y porque ahora me lo dices?…

-¡Temor al rechazo y al que pensarías de mí!…

-¿Es muy grave?- pregunté.

-¡Depende de la persona que lo entienda!- respondió Cristina -¡Te lo diré saliendo de mi último día de trabajo, te lo aseguro!…

Al regresar a mi área de trabajo, noté la presencia de Verónica, sentada en el lugar que le correspondía, arreglando los papeles de siempre.

-¡Hola amor!- saludé dándole un beso en los labios -¿dónde estuviste por la mañana que no te vi?- pregunté.

-¡Fui con la señora Teresa a conseguir nuevos proveedores ya que los que tenemos están pasándose de la raya!… ¡la seño Tere les da demasiada confianza y ellos abusan no enviándonos los pedidos a tiempo!…

-¡Sí pues!… ¡la muy mierdilla te da toda la chamba mientras ella está metida en el baño cagando de lo más rico y de paso durmiendo sentada en el inodoro!…

-¡Como hablas Ricar!…

-¡Es la verdad amor!… ¡esa vieja es una cagada!… ¡aunque no más que la careculo de la jefa de personal, esa si es una mierda en letras mayúsculas!…

-¡Ya basta amor!… cambiando de tema… ¿sabías que Cristina solo trabajará hasta el día de hoy?- preguntó Verónica.

-¡Sí!… algo así me enteré, y fui donde ella a confirmar si era cierto…

-¿Te interesa?...

-¡No es que me interesa!… ¡sino que, como fue mi secretaria, y además hoy me la cambiaron de área, pues quería saber por qué!… solo eso…

-¡Está bien!… ¡además, no puedo desconfiar de ella!… ¡es mi amiga, y no se puede fijar en ti!… ¿cierto?...

-¡Cierto mi amor!- respondí.

-¡Y a todo esto!… ¡cómo van tus crónicas!… ¡no las leo hace mucho tiempo!...

-¡Pues, ahí van!… ¡lo que sucede es que no escribo todos los días!… ¡solo lo hago cuando regreso a casa y trato de quitarla tensión que llevo dentro, como sabes, es la mejor terapia que tengo!…

-¡Tú y tus demonios internos!…

Sonreí como siempre -¡No son demonios, ni nada parecido!… ¡simplemente son!…

-¡Son nada!… ¡de ahora en adelante, tu mejor terapia seré yo y nada más!- dijo Verónica.

-¡Gracias Vero!… ¡gracias por todo!…

-¿Totales?...

-¡Sí!… ¡totales!…

-¡Ya muchacho travieso, vaya nuevamente a su área y no me interrumpa que tengo mucho trabajo!- dijo Verónica dibujando una sonrisa en su rostro.

Me dirigí a mi escritorio, y proseguí a hacer nada, todo lo que tenía que realizar estaba concluido. Aprovechaba el tiempo libre que tenía para proseguir escribiendo mis relatos, mientras observaba a mis compañeros dialogar entre ellos, contándose una y otra exageración de sus respectivas vidas tratando de impresionar al resto de oyentes.

-¡Ricardo!…

-¡Dime negrita!- respondí.

-¡Te llaman de la gerencia general!… tu “tío” quiere hablar contigo…

-¡“Tío huevas” querrás decir!…

-¡Yo diría “tío de leche”!… ja, ja, ja- respondió Josefa.

Me dirigí al despacho del señor Segundo. No tenía ni la más reputa idea por la cual estaría llamándolo esta vez. Al llegar al escritorio de la secretaría di un guiño a Cristina -¡Cris, avísale a tu nuevo jefe que ya estoy fuera de su oficina!…

-¿Graciosito eres no?... ¡Déjame llamarlo al anexo!- respondió -¡Señor Segundo, el señor Ricardo Dasilva esta acá esperando ingresar!… ¿le digo que pase?... (…)… ¡No se preocupe señor!- Cristina colgó el teléfono -¡Ricardo, dice el señor Segundo que puedes pasar!…

-¡Gracias preciosa!…

-¡Ojo!… ¡no te olvides de esta tarde!…

-¡No lo haré!…

Ingresé nuevamente a la oficina de aquel jefe superior, encontrándolo de pie, observando por la ventana de aquella oficina el paisaje entre selva y construcciones, infestada de vehículos ruidosos transitando por las calles con el ruido estruendoso de los cláxones. Apenas me vio sonrió con el rostro cargado de tensiones.

-¡Toma asiento Ricardo!- dijo.

Segundo caminó lentamente dirigiéndose a su silla direccional y confidente, recubierta con una malla ergonómica para mayor comodidad en largas jornadas de trabajo, espaldar alto con apoya cabeza, bastidor en espuma de alta densidad. Me miró. Sonrió.

-¡Ricardo!… ¡seré directo!… ¡no me gusta estar en comentarios que no tienen sentido o en medias tintas!… ¡lo que te voy a decir es algo confidencial y personal!… ¡te lo diré a ti, porque eres el enamorado de Verónica, y sé que sabrás llevar la situación con se debe!… ¡eres hombre y comprenderás lo que estoy pasando!- el silencio se apoderó por unos instantes en la oficina -¡Me he separado de mi esposa!…

Entreabrí los ojos ante aquella noticia. ¿Por qué diablos tomó esa decisión, si aquella mujer era la más abnegada y dulce mujer existente (conocida por él, aparte de su madre)?.

-¡Señor Segundo, ya que estamos hablando no como jefe y subordinado; sino como amigos, déjeme decirle que antes de que tome decisiones que más tarde se arrepentirá!… piénselo bien… ¡no por un culo va a tirar todo lo que con ella consiguió!…

Segundo sonrió -¡He leído tus historias!… ¡son interesantes!… ¡tienen algo de verdad!… ¡veo que fantaseas demasiado!… ¡pero, entretienen!…

-¡Se hace lo que se puede!… ¡no obligo a nadie a leerlas!…

Segundo me miró directo a los ojos sin esquivarlos -¡Ricardo!… ¡apoya a mi sobrina!… ¡ella aún no sabe la decisión que tomé!… ¡no puedo hacer otra cosa más!… ¡me enamore!… ¡y el sentimiento que siento hacia la mujer que escogí es correspondido!… ¡saldré dentro de un momento de la oficina e iré a mi casa a recoger mis cosas y alquilarme un departamento pequeño solo para dos!… ¡sé que mi hijo comprenderá que cuando uno ya no ama a la pareja es en vano seguir con ella!…

Afirmé con la cabeza toda aquella confesión que había escuchado.

-¡Gracias por escucharme muchacho!… ¡de una u otra forma, me ayuda en algo contarte esto!… ¡no me defraudes con mi sobrina!… ¡mira que un culo así no se tiene todos los días!…

-¡No se preocupe señor Segundo!… ¡Vero es muy importante para mí, y no pienso cagarla de esa forma!…

-¡Al menos que no se entere!… ¡somos hombres, y los culos siempre nos persiguen!… ¡no podemos decirles que no!… je, je, je…

-¡Pero, podemos tratar!… ¡siempre hay otra opción!- respondí -¡Con su permiso señor Segundo, voy a continuar con mi trabajo!…

-¡Ve muchacho!… ¡ve!…

Era ya el medio día cuando salí de la oficina de Segundo, del gerente general, Verónica se había retirado a su casa. Había que esperar que la bomba estalle e ir inmediatamente donde ella se encontrase a consolarla.

-¡Negri!… ¡necesito salir temprano a mi depa!… ¡me siento hasta el culo!- dije.

-¡Pero, pídele permiso a don Leo!… ¡tú sabes que cuando el jefe está ausente él se queda a cargo!…

-¡Oye!… ¡y a todo esto cuando regresa el jefe!… ¡ya muchas vacaciones se está tomando!…

-¡Sí pues, casi un mes!… ¡sé que fue de viaje a las playas de Cancún con toda su familia!…

-¡Que rico!… ¡algún día haremos lo mismo negra!… ¡te lo aseguro!…

-¡Morenita, necesito que archives estos documentos!… ¡solo están estorbándome!- dijo Leónidas con un fajo de papeles que había tenido en su mesa por mucho tiempo.

-¡Siempre usted dándome las cosas por montones!… ¿cuándo va a aprender don Leo?...

-¡Cuando me quieres enseñar morenita linda!… ¡mira que yo estoy dispuesto a aprender lo nuevo y moderno de todo!…

-¡Ya deje de hablar cojudeces y dele permiso a Ricardo para que se retire a su casa!- dijo Josefa.

-¡Que pasa Ricardín, porque tan temprano quieres irte!… ¡o tienes algún cuerito que te está esperando en tu departamento para que le des su culeadita!…

-Ja, ja, ja… ¡nada de eso (aunque sabía que mentía)!… ¡solo que no tengo mi mierda que hacer y me siento un poco cansado!… ¡solo eso!…

-Je, je, je… ¡Trae tu papeleta de salida para firmártelo!…

Fui donde la señora Rosa, jefa de personal, la muy conocida “cara de culo”, a pedirle una papeleta de salida y no perjudicarme con el descuento merecido si salía de la instalación sin el mencionado documento.

-¡Listo Leo!- dije.

-¡Pon que, saldrás de comisión de servicios a averiguar datos estadísticos sobre las capacitaciones que haremos la próxima semana en los institutos superiores!… ¡porque si pones que saldrás por cuestiones personales te clavaran el descuento!…

-¡Se hará como digas!- respondí.

Al salir de aquella institución, fui al estacionamiento y encendí mi motocicleta rumbo a mi departamento. Los pensamientos se volvían crueles, mesclados entre placer y tristeza. El deseo de estar al lado de Verónica era inmenso, mientras que la tentación de tener nuevamente a Cristina en mi departamento me abrumaba enormemente. El placer o el sentimiento.

Luego de haber llegado a mi departamento, esperé pacientemente. Fui a la cocina y me preparé un sándwich para matar el hambre. La noticia de que Cristina tenía que irse me deprimía; era una sensación fuera de lo normal. Cuando de pronto se escuchó el golpear de la puerta. Era Cristina.

-¡Buenas tardes señor Ricardo!…

Sonreí y comencé a sentirme un poco mejor. Después de innumerables reuniones y cortes en los masajes afrodisiacos, estábamos tan solo a 30 centímetros.

-¡Hizo un día precioso y además es mi despedida!- comentó Cristina -¿Puedo pasar… o estas ocupado?...

-¡No!… para nada… pasa- respondí.

Una vez dentro del departamento, puse una música de Bossa, muy suave, muy sugerente para aquella ocasión.

-¿Qué te parece si culmino la sesión de masajes que quedaron inconclusas?… ¡mira que será la primera y única vez que concluiré algo contigo!…

-¡Creo que es justo lo que necesitamos!- respondí.

Cristina llevaba puesto una falda pequeña, insinuante con el cierre al costado. La blusa blanca con 4 botones grandes por el frente. Zapatos de tacos. El cabello recogido en una cola. Olía como las flores en primavera.

-¡Quítese la camisa y échese boca abajo!- ordenó Cristina.

Obedientemente, acaté lo que Cristina decretaba. Sintiendo sobre mí, reposar las entrepiernas de aquella decidida muchacha. Comenzando a estremecerme con las caricias provenientes de las manos suaves recorriéndole desde la cabeza hasta la espalda. Aquella sensación era mágica. Luego de unos instantes ordenó nuevamente, pero esta vez con el cuerpo echado mirado hacia arriba.

-¡Cierre los ojos jefecito!- ordenó.

Cual niño obediente, obedecí cada palabra que Cristina decía. El apetito se hacía cada vez más fuerte. Ya nada impediría la culminación de lo que tanto se había postergado e interrumpido. La decisión ya estaba tomada. Era solo una sola vez. Sentir aquel cuerpo sentado encima mío, era lo más excitante en esos instantes. Los movimientos que aquella muchacha efectuaba sobre mí incitaban a lo prohibido y al canibalismo.

Abrí los ojos observando las curvas imperdonables que Cristina tenia. Haciendo un esfuerzo logré sentarse aun con Cristina encima de mí. Estábamos frente a frente, a escasos milímetros uno del otro. No dudando en abrazarla y empezar a besarla lentamente por el cuello, sintiendo el estremecimiento de aquella mujer. Sintiendo también las caricias de placer puestas por parte de Cristina. Llegando a conseguir juntarse ambos labios convirtiéndose en una cascada de pasiones. Los besos se hacían cada vez más fuertes temiendo llegar a comerse uno al otro. Las pocas prendas que quedaban en mí fueron divisadas por los aires de aquella habitación, al igual que las diminutas prendas que envolvían a Cristina. Llegando a conseguir el objetivo propuesto por ambos en silencio. Culminando luego de una gran faena en el descanso merecido tras la victoria obtenida.

-¿Le gustó?- preguntó Cristina.

-¡Eso no se pregunta Cris!…

-¡Dígamelo para sentirme segura!…

-¡Claro que me gustó!…

-¡Lástima que solo haya sido esta única vez!…

La miré tiernamente y acaricie el rostro de niña de aquella joven.

-¡Cierre los ojos señor!- dijo.

-¡No me digas señor!… ¡llámame Ricardo!…

-Cierra los ojos… Ricardo- dijo Cristina.

Las caricias impuestas por Cristina me envolvieron en un manto de relajación que hizo que cayera en un profundo sueño. Aquel relajo entre sabanas se vio interrumpido cuando de pronto sonó el teléfono celular. Era Verónica.

-¿Aló amor?... (…)… que pasó… (…)… no llores… tranquilízate y dime qué cosa está pasando… (…)… (…)… ok, no te preocupes, voy para allá… te quiero…

Cristina había abandonado aquel departamento sin que me diera cuenta de ello aprovechando que me había quedado dormido. Solo había dejado una carta escrita al costado de la laptop. No había tiempo de leer aquel mensaje, aun sabiendo que el misterio de Cristina se encontraba en aquel escrito. Ahora lo más importante era estar al lado de Verónica, lo demás no importaba.