7 mar 2011

DIA 06 – Sábado

-¡Aló!- respondí ante el llamado incesante del teléfono celular -¿Quién habla?… (…)… mmm… Hola Raquelita… que hay de nuevo… (…)… Nada, acá despertándome de un rico sueño que acabas de cagarlo… (…)… No hay problema, ven a mi departamento y acá charlamos de lo más rico… (…)… Ok, nos vemos- Raquel Paredes, era compañera de gimnasio y mejor amiga de Sandra, que por cuestiones del azar también había sido mi enamorada.

Raquel era una chica tranquila, de su casa, tez blanca, delgada, cabellos dorados como el sol, muy bien recibida en casa de mis padres y por consiguiente lo mismo ocurría con los padres de Raquel. Aquella muchacha iba a visitarme muy de vez en cuando prácticamente a escondidas de Sandra para que no la descubriera, cosa que me mortificaba enormemente, ya que la no tenía nada sentimental con Sandra.

Eran casi las nueve de la mañana cuando sonó la puerta del departamento. Me levanté de la cama y abrí la puerta teniendo en conocimiento quien era.

-¡Hola Raquelita! ¿Cómo estás?…

-¡Bien Richi!… ¿y tú?…

-¡Ahí vamos!… y ¿cómo están tus viejos?…

-¡Están muy bien, solo que mi papá está un poco delicado de salud!… problemas con los riñones…

-¡Hace un culo de tiempo que no voy a visitarlos!…

-¡Sí!… eres un ingrato mal amigo- me reprendió Raquel -¡Anoche estuve con las chicas de la academia y tomamos unas cuantas jarras de tragos que realmente me dejaron loca!… ¡Tuve que hacerme la valiente para poder disimular mi estado ante mis padres!… Sino castigada…

-¡O sea, que estas con un sueño de putamadre!…

-¡Sabes que no me gusta que hables así conmigo!- dijo Raquel -¡Lo que necesito es dormir un poco más!…

-¡Pero que falta de confianza flaca!- respondí y acomodándome hacia un costado de la cama propuse -¡Ven acá!… ¡hay un espacio para ti!…

-¡Mañoso!…

-Ja, ja, ja… ¡Cual mañoso sonsonaza!… ¡Simplemente quiero que descanses un rato para que luego hagas el almuerzo!- respondí ante aquella indirecta.

-¿Acaso soy tu esclava para hacerte la comida?…

-¡No, pero si tú no cocinas nadie lo hará!…

-¡Está bien! ¡Pero, ahora hazte a un lado y voltéate mirando hacia la pared y no se te ocurra abrazarme o algo parecido porque te conozco Richi!…

-¡En vez de estar hablando huevadas ven a la camita que aun esta calientita je, je, je!…

-¡Vez a lo que me refiero!… ¡Mañoso!- diciendo eso Raquel se echó en la cama a descansar un pequeño lapso de tiempo. Yo estaba consciente de que nada iba a pasar nuevamente entre nosotros. Sabia cuáles eran los sentimientos de Raquel para conmigo, pero no era retribuido, y aquella muchacha era demasiado buena y tierna como para cagarla y hacerla sufrir.

Al promediar las dos de la tarde, me desperté de un sueño muy agradable, ardiente, fogoso, mañoso, llegando al borde de tener una erección. Cuando de pronto noté que aquella compañera inusual de cama estaba abrazándome, recostada en mis brazos. Sólo quedé observándola por un buen rato, mientras Raquel aun dormía. Aquella escena me hacía recordar cuando éramos enamorados, compartiendo todo tipo de emociones, alegrías y pesares.

-Mmm… que rico dormí… ¡Gracias Richicito!…

-¡No me digas Richicito, porque me haces sentir que soy un chizito!… ¡Y tan poco no lo soy!… se defiende el individuo- dije entre risas.

-¡Loco! ¡Gracias por no despertarme Richi!… ¡Me sentí súper bien nuevamente recostada a tu lado!…

La miré con cierta nostalgia y bondad.

-¡Bueno Raquelita, salgamos de la camita!… que luego nos provocará hacer otras cosas más calientes y húmedas- dije en tono pícaro y lujurioso marcando siempre una media sonrisa en el rostro.

-¡Siempre tu mañoso! ¿Que no tienes otra cosa en que pensar?- respondió Raquel.

-¡No cuando veo un culazo salir de mi cama y no haber hecho ni mierda con ella!- dije con cierta inocencia fingida.

-¡Ya loco!… veamos que hacemos para comer- me miró tiernamente -¿Pero, que es lo que se te antoja de comer?…

-¡A ti!- respondí.

-¡Ya pues, en serio!…

-¡Algo rápido y sencillo!… no se… tal vez un puré de papas con pollito frito… tengo todos los ingredientes en la cocina, ya que estaba previsto cocinar eso para este día…

-¡Ok!… entonces manos a la obra- indicó Raquel.

Dicho eso, ambos salimos de la cama y nos propusimos a preparar el tardío almuerzo. La conexión entre nosotros era la de siempre. Aquella coordinación era ejemplar, Raquel ponía todo en su sitio, arreglaba todo el desorden que en aquella habitación reinaba. Aquellos que nos conocían decían que éramos el complemento perfecto, el uno para el otro. Pero yo no lo tomaba así, era simplemente Raquel, mi ex enamorada.

Al culminar el almuerzo, nos recostamos nuevamente en la cama, mirando al techo, contando a los pocos arácnidos que ahí tejían sus telarañas. Un silencio sepulcral invadía aquella habitación.

-¿Que harás por la noche Richi?- me preguntó.

-¡Saldré con una amiga!… iremos a tomar unos helados y luego a la disco… Tal vez… ¡¿Por?!- respondí.

-¡No!… por nada… solo quería saber… nada más…

Comencé a acariciarle los dorados cabellos que ella tenía, adormilándola con los cosquilleos dirigidos hacia ella.

-¡Richi!…

-¡Dime Raquelita!…

-¡Déjame dormir un poquito más!… ¿sí?...

-¡Por supuesto!… ¡yo también necesito un poco de sueño!…

-¡Sí!… me imagino que para la noche- resaltó Raquel en tono despectivo.

Nuevamente Raquel se acomodó en mis brazos y me abrazó tiernamente, como solía hacerlo siempre. Cerró los ojos y durmió.

Al promediar las seis de la tarde ambos nos despertamos de una larga siesta. Raquel me miró y sonrió de mala gana.

-¡Bueno niño!… ¡voy a mi casa!… ya mucho tiempo estuve contigo… y te puedes acostumbrar a verme y tenerme- dijo.

-¡Gracias Raquelita!… ¡Muchas gracias por tu compañía!…

-¡Para eso están los amigos!… ¿no es así?- murmuró Raquel -¡Te llamo mañana! ¿Sí?...

-¡Claro!… desde luego- respondí.

Raquel abrió la puerta de la habitación y antes de salir quedó mirándome, bajó la cabeza y me miró nuevamente -¿Por qué carajos te quiero tanto?- dicho esto cerró la puerta de la habitación y se fue dejándome desconcertado; pero yo tenía en mente otra cosa más importante, como para estar pensando en Raquel, aunque un sentimiento de culpa se adueñaba de mí.

Aquella cita tan deseada y esperada estaba llegando a su inicio, tomé la toalla, me dirigí al baño a refrescarse y botar toda la mugre y mal olor acumulado en mi cuerpo, busqué en aquel armario la mejor ropa casual para el momento, la colonia preferida para situaciones inesperadas. Comí algo ligero para no llenarme de gases y no joder el momento. Todo estaba saliendo tal como debía de ser. Era perfecto.

Eran las ocho de la noche, me dirigí a la cochera del departamento, me subí a la motocicleta y arranqué en busca de la joven damisela que aguardaba mi llegada.

Al llegar a la casa de Verónica, la encontré en la puerta de su domicilio. Llevaba puesto un mini short que hacía que sus piernas perfectas resalten ante lo imperceptible. Un polo pequeño, pegado y escotado resaltando un par de tetas hermosas llamando la atención hasta del más miope ser. El cabello suelto y casi húmedo dándole un brillo majestuoso en la oscuridad de la noche, haciéndole confundir con el resplandor de las estrellas. Me acerqué hacia ella. No tenía palabras para describir lo bella que se encontraba.

-¡Di algo tontito!- dijo Verónica.

-Estas… hermosísima…

-¡Entonces!… ¿nos vamos?- dijo.

-¡Desde luego!…

Nos subimos en la motocicleta e iniciamos la tan ansiada aventura. Aquella cita a escondidas de los tíos de Verónica, a escondidas de mi jefe, a escondidas convertidos en unos fugitivos del destino.

Tuvimos como primera parada una conocida heladería donde luego de hacer el pedido nos pusimos a conversar sobre anécdotas y experiencias vividas por ambos. La fluidez entre ambos era natural, sin mentiras ni exageraciones. Luego dejamos la motocicleta en una playa de estacionamiento y proseguimos a caminar agarrados de la mano por el centro de la ciudad sin temor a que alguien pueda verlos.

-¿Tienes hambre?- pregunté.

-¡Un poco!- respondió.

-¿Que se te antoja?…

-¡Lo que tú desees Ricar!…

-¿Que tal un pollito a la brasa?… Conozco un lugar por aquí cerca que es para chuparse los dedos…

Ambos sonreímos y seguimos nuestro camino. Luego de llegar a la pollería y hacer nuestro pedido respectivo y comer como locos, salimos a recorrer la noctambula ciudad ambos tomados aun de las manos como dos enamorados.

Llegando a la plaza de armas de aquella ciudad el sonido de mi celular no dejaba de sonar. Miré aquel aparato y cancelé la llamada. Luego de unos instantes el celular volvía a sonar de manera insistente.

-¿Por qué no contestas el celular?- preguntó Verónica -¡Puede que sea importante!…

-¡No es nadie!- respondí -¿Qué te parece si nos vamos a la disco?… ya son casi las once y media…

-¡Bueno!… ¡Vamos!- contestó Verónica.

Ambos fuimos a recoger la motocicleta de la playa de estacionamiento y nos dirigimos a una discoteca. Al cabo de unos minutos de recorrido llegamos a su destino e ingresamos sin complicaciones.

El sonido estruendoso y magnético de aquel lugar nos convertía en máquinas de movimientos cómplices, llegando incluso a rozar levemente por escasos segundos nuestros labios. Al cabo de unos largos minutos de baile ininterrumpido fuimos a buscar algún lugar donde descansar.

-¿Quieres algún trago para beber?- pregunté.

-¡Agua mineral sin gas!… ¡pero, híper helada!- respondió Verónica en un solo grito por la alta música que ahí reinaba.

-¡Ok!… yo traeré una cerveza para mí…

Fui rumbo a la barra para pedir las bebidas requeridas, cuando por detrás sentí una mano recorrer mi cuello y unos labios besar con una mordida una de mis orejas.

-¡Hola sobrado!… ¿Qué haciendo tan solito?- preguntó una chiquilla de cuerpo perfecto debido a las continuas clases de aeróbicos que asistía.

-¡Hola Débora!… ¿Cómo estás?- Débora Riva-Agüero era la clásica niña engreída de papá, de alto nivel económico, hija única, clásica pituca de mierda que abría la boca y tenía lo que deseaba. Aquella muchacha se entremordió los labios mirándome.

-¡Mejor ahora que estas acá!- respondió en tono pícaro.

-¡Qué bueno!…

-¡Ricky! ¡Te extraño como mierda, hace un siglo que no sé nada de ti!… ¡No es justo!… y para serte sincera… me muero de ganas de hacer el amor contigo nuevamente como la última vez… ¿lo recuerdas?...

Sonreí al recordar aquella osadía sexual.

-¡Cómo voy a olvidarlo!… ¡si lo hicimos en la cama de tus viejos y dejamos desordenada la cama!… me imagino la puteada que te dieron…

-Ja, ja, ja… mis padres ni se imaginan que tuve sexo en su cama… (…)… Ricky… hagamos una locura esta noche- dijo Débora.

-¡Chola, lo siento!… ¡Esta noche es imposible!… ¡Vengo acompañado!…

-¡Carajo, no me digas chola, que no lo soy!… ¿Y a ti cuando mierda te importó estar con alguien para hacer una locura conmigo?…

-¡Será para otra cholita!… ¡Tienes mi número!…

-¡Carajo Ricky, no me digas chola!… ¡Cholos son los que no tienen ni un puto sol!… y yo me cago en plata…

-¡Error salvajita!… Tu viejo es el que se caga en plata…

Di un guiño a Débora y volví dando media vuelta llevando el agua mineral sin gas a Verónica.

-¿Por qué demoraste tanto?… casi me tomo el agua de la pileta- dijo Verónica con cierta gracia.

-Sorry… es que una cholita fea se me cruzó por mi camino…

-¡Que feo que hables así!… ¡No me gusta!…

-¡Vamos a bailar!- dije tomándola de la mano. Una vez en la pista de baile el mundo solo era para nosotros. En cada canción la cargaba dándole vueltas sin importar si alguien estaba a nuestro alrededor o si alguien nos observaba o si hacíamos el ridículo. De pronto levanté la cabeza y en la parte superior de la discoteca observé que Débora me miraba fijamente y con cierta rabia por el desplante que le hiciera, a lo cual sólo atiné a reírme por aquella escena absurda.

El tiempo pasaba sin perdonar la diversión que compartía con Verónica, a lo que tuvo que ser interrumpido cuando miramos el reloj.

-¡Ya son las tres de la mañana!… Es hora de irnos- dije.

-¡Sí!… Ya vamos- respondió Verónica con ganas de aun quedarse.

Ambos salimos de la discoteca tomados de la mano, subieron a la motocicleta y nos dirigimos a casa de Verónica. Aquel trayecto era infinito para ambos. El frio aire de la brisa nocturna hacía que Verónica me abrace más fuerte, lo cual me encantaba.

Al llegar a casa de los tíos de Verónica bajamos de la moto y la acompañé a la puerta de aquella vivienda.

-¡Te juro que fue la mejor noche de mi vida!- dije.

-¡Y la mía también!- respondió Verónica.

Aquello que tanto habíamos ansiado estaba a punto de ocurrir, el ambiente era perfecto, la luz tenue de la calle, la luna brillante, las estrellas parpadeantes, la brisa helada y ambos temblando cual quinceañeros. Me acerqué a despedirla, ella cerró los ojos, ya nadie impediría aquel esperado beso. Nuestros labios se juntaron por primera vez convirtiéndose en una erupción de pasión y ternura. Las caricias eran cómplices de ambos labios húmedos que no dejaban de separarse. Pero ambos teníamos en cuenta que también tenían que respirar e irnos a descansar. Lo ansiado por ambos se había concretado. Solo eso importaba.

-¡Ve a descansar!… ¡Más tarde te llamo!… ¿Sí?...

-¡Ok!- respondió Verónica.

Nos dimos un último beso de aquella noche y volví a mi motocicleta.

-¡Ricardo!…

-¡Dime!…

-¡Te quiero mucho!…

-¡Y yo a ti Verito!… ¡Y yo a ti!...