7 mar 2011

DIA 11 – Jueves

-¡Cristina el día de hoy nos dedicaremos solo al evento de mañana!… ¡haz todas las llamadas que creas necesarias para poder culminar con el objetivo trazado!… ¡date cuenta que de esto depende nuestro puesto de trabajo!- mencioné.

-¡No se preocupe señor, comenzaré ahora mismo!- respondió Cristina.

-¡Coordina con la señorita Josefa para que te haga las llamadas telefónicas correspondientes!…

Aquel día estaba concentrado al 101% para que la recepción del Congresista Miguel Ángel Rocca sea todo un éxito total. Todo lo demás era secundario. Las llamadas telefónicas eran innumerables por ambas partes. Contactaba a mis amigos con relaciones superiores y Cristina con su poca experiencia conocida por ellos, hacia lo mismo con los suyos. A la hora del almuerzo pedimos a Marcos que llevara la comida a la oficina. Las coordinaciones estaban siendo positivas.

-¡Señor Ricardo!… ¿a qué hora se supone que se realizara el evento?...

-¡Mañana a las cuatro de la tarde!… ¡hoy tenemos que tener todo listo y coordinar para mañana por la mañana el arreglo del local, que se realizará en el salón de recepciones de la policía nacional!… ¡Ya hice los contactos con el capitán Gamarra que es gran amigo mío y está a cargo de ese salón!…

-¡Veo que tiene buenos contactos!…

-¡No es eso!… ¡simplemente que en mi anterior trabajo hice muy buenos amigos que eventualmente nos hacíamos mutuos favores y la amistad creció como espuma de cerveza!… ¡Eso es todo!…

-¡Yo también quisiera tener amigos así!- dijo Cristina.

-¡Tiempo al tiempo Cris! ¡Tiempo al tiempo! ¡Si es bueno llegará!... ¡y se mantendrá!… ¡como las amistades que aún conservo!…

Al culminar la tarde todo estaba coordinado. Los gustos del Congresista. El buffet para la recepción. La decoración del local. Los mozos, anfitrionas, personal de seguridad. Todo estaba en orden.

-¡Me parece imposible que lo hayamos hecho todo en un solo día!- mencionó Cristina.

-¡Así es cuando tienes amigos, relaciones públicas y buenos contactos!… pero este ajetreo me dejó rendido… Creo que apenas llegue a mi casa me tumbaré a la cama y hasta mañana- respondí.

-¡Buena opción para los masajes que quedaron inconclusos!- resaltó Cristina con una mirada picara. Sonreí ante tal ofrecimiento oportuno; pero quedaba en duda la malicia. Aunque los placeres por recibir aquellos masajes tan reconfortantes eran muy fuertes como para rechazarlas, sucumbiendo ante ellos.

-¡Está bien Cristinita!… ¡ahora si acepto sin murmuraciones!- respondí.

Al llegar la hora de salida, ambos subimos a la motocicleta y tomamos la ruta más cercana al departamento. La travesía era de los más normal posible. Ni muchas palabras, ni muchos toques. Todo era normal.

Llegamos al departamento, estacionamos la motocicleta, e ingresamos a la habitación. Quedé observándola mientras ella se desprendía de su camiseta manga larga que llevaba puesta quedándose en un top blanco que le hacían resaltar los pezones, creando en mí cierto morbo y excitación al observar aquel cuerpo perfecto.

-¡Ya sabe usted cuál es la rutina de esto!- dijo Cristina -¡Tírese a la camita boca abajo!… je, je, je…

-Ja, ja, ja… ¡Eso se escuchó muy fuerte!… ¡¿No me harás nada raro?!… ¿o sí?- pregunté.

-¡Nada que usted no me deje hacer o que usted no quiera que haga!- respondió Cristina.

-¡Me dejo en tus manos!… ¡soy todo tuyo Cristina!…

-¡Sus palabras son órdenes!… ¡aunque con cremita sería mucho mejor!- agregó aquella muchacha con la picardía que le caracterizaba.

Aquellos masajes para aliviar la tensión y estrés, fueron convirtiéndose en caricias por toda mi espalda, sintiendo el placer de aquellas yemas dactilares estremecer cada centímetro de mi cuerpo.

-¡Voltéese por favor!… que ahora me toca por adelante- dijo Cristina en complicidad con la seducción.

Me volteé quedando debajo de aquel cuerpo exuberante encima de mí levemente sudando por las prácticas vertidas sobre aquel cuerpo semidesnudo.

-¡Cierre los ojos!… ¡y déjese llevar!- propuso Cristina.

Cual niño obediente, cerré los ojos, mientras las manos de Cristina concretaban su sesión de masajes.

Los movimientos de Cristina sentada sobre mí, hacían que despertara mi excitación al punto de estallar como un volcán en erupción. Aquella muchacha era consciente de lo que hacía y lo disfrutaba, mientras cada vez más se acercaba a mi rostro aun con los ojos cerrados acariciando suave y perfectamente. Las respiraciones eran intensas, fuertes, penetrantes, sexuales. Aquel acto estaba a punto de concretarse, cuando de pronto sonó el celular.

-¡Putamadre!… ¡¿quién chucha jode ahora?!- dije mientras observaba quien llamaba. Era Verónica -¡Hola amor!… ¿Cómo estás?… (…)… ¿Qué?… ¿Acabas de llegar?... (…)… ¡Claro que me alegra!… solo que, me diste una sorpresa… (…)… sí, estoy descansando en el departamento… mañana tengo un día arduo… (…)… ¡Ok amor!… ¡mañana nos vemos!… (…)… ¡Yo también te quiero mucho!…

Miré a Cristina, como quien decir hasta acá fue. A lo que Cristina me miró sonriente -¡Siempre nos dejan inconclusos con los masajes!…

-¡Era mi enamorada!- respondí.

-¡Me imaginaba!… ¡pero, eso no significa que deje de hacerle los masajes!… ¿o sí?...

-¡Por hoy, sí!…

-¡Entonces!… ¡quedamos para una próxima terapia!- dijo Cristina con la mirada y voz sensual y picara que le caracterizaba cada vez que tocaban ese tipo de temas.

-¡Veremos Cris!… ¡veremos!…

-¡Ok jefe!… entonces… me retiro a mi casita…

-¡Ya lo sé!… y no querrás que te lleve a tu casa… ¿cierto?- pregunté.

-¡Así es!… usted ya me conoce… me gusta ser practica y autosuficiente…

Diciendo esto se despidió con un beso volado mientras abría la puerta del departamento.

Sabía que aquella muchacha ocultaba algo. Y estaba dispuesto a descubrir cuál era aquel secreto.