7 mar 2011

DIA 19 – Viernes

-¿Si?... ¿quién es?- respondió una voz joven al escuchar que golpeaban la puerta de su casa.

-¡Soy Ricardo!… ¡Ricardo Dasilva!…

La puerta se abrió de golpe y salió a abrazarlo una joven delgada con el cuerpo bien formado.

-¡Ricardo!… ¡¿cómo estás?!… ¡que rico verte otra vez por acá!…

-¡Hola Paquita!… ¡veo que has crecido mucho desde la última vez que vine!…

-¡Pues claro mijo, ya tengo 17 años, y ahora ya tengo enamorado!…

-¡Pues me lo presentaras algún día para ver a quien escogiste para estar contigo!…

-¡Ja, que chiste!… ¡el chico que me gustaba estaba con otra, así que tuve que conformarme con el que estaba libre!…

-¡Que graciosa!…

-¡Pero no seas sonso!… ¡pasa!… ¡no te quedes fuera de la casa!…

Ingresé a aquella casa que después de mucho tiempo no entraba. La decoración era la misma. Paredes forradas con papel colomural (de esos con paisajes cojudos). El piso reluciente por la continua cera y lustrada diaria. Los adornos coloniales falsos comprados en el mercadillo del barrio. Los muebles tapizados con imágenes de animales selváticos. Todo estaba igual.

-¿Te invito algo de beber?- preguntó la joven.

-¡Agüita helada por favor!- respondí.

Mientras aquella joven se dirigía al refrigerador, preguntó -¡Y!… ¡dime Ricardo!… a que se debe el honor de tu visita… ¿si se puede saber?…

-¡Vine a ver a Ángela!…

-¡Que!... ¿Quieres hablar con mi hermana después de lo que te hizo?…

-¡No me hagas cambiar de parecer!…

-¡Soy buena en eso!… ¡Además!… ¡ella no está en casa!… ¡ni en la ciudad!… ¡salió de viaje con su enamorado y sus amigas!… ¡fueron al cusco hace 3 días!…

-¡Ah, chucha!… ¡entonces zafo Paqui!…

-¡No Ricardo!… espérame un poquito para que me des un jale ¿sí?...

-¿A dónde quieres ir?…

-¡A la piscina, en la casa de Jorge!… ¡Jorge es mi enamorado!…

-Mmm… ¡bueno!…

-Bueno, entonces no te vayas a ir ¿sí?... porfis, porfis…

-¡Está bien, te esperare acá sentado hecho un “huevas”!…

-¡Gracias ex cuñis!… ¡te prometo que no te arrepentirás!…

Conocía a la familia Málaga desde que era un niño. Ambas familias eran muy amigas. Recordaba a Ángela, niña aun, sonrojándose cuando este la mirada a los ojos, y su joven hermana, Paquita, salir corriendo en calzones por toda la casa. Mientras ambas madres platicaban de las travesuras de sus respectivos hijos, los padres se dedicaban a saborear el riquísimo vino que la familia Málaga tenía. Aquella casa traía muchos buenos recuerdos. Cada esquina era una travesura entre Ángela y yo, y ocasionalmente con Paquita cuando jugábamos a las escondidas. De pronto aquellos recuerdos fueron interrumpidos por la presencia de Paquita.

-¡Ricardo!… ¡dame tu opinión sobre lo que llevo puesto!- dijo Paquita con cierta inocencia fingida.

Volteé como quien hacerlo en cámara lenta, segundo a segundo, mientras se encontraba con una figura espectacular ante mis ojos. Aquella joven estaba vestida con un diminuto bikini verde tentación, que dejaba a la vista su espectacular y descomunal anatomía, con sus escasos 17 años. Piel blanca tostadita por el sol, cabellos castaños ensortijados, con pecas en el rostro y algunos barritos diminutos en la frente, las tetas bien proporcionadas exagerando la capacidad en las palmas de las manos, las piernas bien formadas y el culo bien firme.

-¡Wow!- no tuve otra palabra más que agregar. Paquita dio una vuelta completa para dejarse apreciar por mí -¿Qué te parece?… ¿qué tal me queda esta ropa de baño?- preguntó.

-¡No tengo palabras Paquita!… ¡se nota que ya creciste un poquito!- respondí.

-¿Poquito?... ja, ja, ja… ¡si te quedaste con la cara de pavo!… ¡dime la verdad pues!… ¿qué tal me queda?… ¡si me queda mal solo dímelo y voy a mi cuarto a ponerme otro!…

Aquella soledad entre Paquita y yo hacía que la tentación y el estímulo aumente en forma proporcional a lo ya habitual.

-¡Bueno, seré el jurado calificador en este certamen de belleza!- dije.

-Ja, ja, ja… ¡está bien!… ¡por tu cara me imagino que quieres ver más!… ¡o me equivoco!… ja, ja, ja… ¡iré a ponerme otro y bajo enseguida!…

Mi mente estaba calentándose a mil por hora. Aquel suceso no tenía ni pies ni cabeza, como muchas cosas de la vida, y más si estas están relacionadas con el instinto animal que nos conduce a copular, es decir mantener relaciones sexuales sin ánimo de procrear.

Aquella joven provocaba ciertas ideas en mí, despojándose de la imagen de niña inocente para dar paso a la niña terrible que se encontraba frente a mí exhibiéndose con diminutas prendas. La ex cuñada. “No desearás la mujer de tu prójimo” dice la biblia. Bueno, no la deseaba o mejor dicho, me hacia el loco y trataba de no pensar en ello. Aquella joven no era que sea especialmente guapa o buena como se suele decir, pero era atractiva. Entrando en detalles: Tenía17 años, no muy alta, sobre 170 centímetros, no sabiendo lo que pesa, con unas grandes tetas, era castaña con ojos marrones y dientes blanquísimos.
Yo pensaba:

-a) puedo hacer caso omiso de sus insinuaciones hasta que se canse…

-b) seguirle el juego: igual sólo va de mujer fatal y a las primeras de cambio se espanta…

-c) decirle directamente que no se comporte así, porque me incomoda…

-d) proponerle un trío con su hermana y así todo quedaba en casa...

Excepto en la última alternativa (que evidentemente era una cojudez), daba por sentado que pasársela por la piedra no entraba en sus opciones. No sabiendo al nivel de tensión sexual al que se sometería, pero quería pensar que era algo que no pasaba de insinuante.

La tentación era inmensa pensando (incluso) en optar por disfrutar de la situación (refiriéndose a ser "acosado" por una jovenzuela descarada) pasivamente, siendo que es una de las mayores fantasías del género masculino.

Al cabo de un rato de espera Paquita bajo de su cuarto.

-¡Sabes Ricardo!… ¡se me fueron las ganas de ir a casa de Jorge!… ¡prefiero pasarla contigo!… ¡mira que oportunidades como estas no llegan así de fácil!…

-¿A qué te refieres?…

-¡A que tú no vienes a visitarnos así de fácil después de lo que mi hermana te hizo!…

-¡Dejemos ese tema en el pasado!… ¿te parece?- dije.

-¡Ok!… ¡dejemos lo cuernos atrás!…

-¡Que cagada eres!… ¡te pasas!- respondí avergonzado.

-¡Ya no te pongas así ex cuñis!… ¡oye!… ¿y porque no fuiste a trabajar el día de hoy?… ¿o estas de vacaciones?… ¿o te votaron de la chamba?…

-¡Ni una, ni otra!… ¡simplemente me levante con el culo adormecido y se me fueron las ganas de ir a trabajar!…

-Ja, ja, ja… ¡siempre tú irreverente!… ¡no cambias Ricardo!… ¡sabes!… ¡me acuerdo cuando viajabas a capacitara los pobladores de las comunidades nativas!… ¡no se salvaba ni una solo indígena que tú te las agarrabas!… ¿no olían mal?... ¿no tenías asco de meterte a la cama con ellas?...

-¿Quién te dijo todo eso?… ¡Es falso!…

-¡Como que es falso! ¡Mi hermana se enteró de eso! ¡Pero, como estaba cojudamente enamorada de ti, te la pasó por alto!… ¡y no puedes decir que no, porque para tu mala suerte la coordinadora de esas comunidades a donde tú ibas era amiga de mi hermana!…

-¡Que hija de puta resultó!… (¡Maldita!)… de seguro me tenía ganas, y como le hice caso inventó que me agarraba a todas las feítas de las comunidades… pero, es falso lo que ella dijo…

-¿Qué es lo falso?…

-¡No me agarre a ninguna feíta!… ¡simplemente escogía a la mejor de cada pueblo!… ¡tú sabes que tengo estomago para eso!…

-¡No lo sé!… ¡nunca me lo demostraste!…

-¡Eras la hermana de mi enamorada!…

-¡Eso no impidió a que te metieras a la cama con mi prima!… ¿O sí?...

Nos miramos diciéndonos con los ojos “devórame de un solo golpe y succióname con tu pasión”.

-¡Además Paquita, soy 16 años mayor que tú!…

-¿Eso es algún impedimento?...

-¡Pues, sí!…

-¡Si tu no abres la boca!… ¡yo tampoco!- respondió aquella joven traviesa con una sonrisa en los labios.

-¡No sé qué decirte!…

-¡Tontito! ¡Es una broma! ¡Cómo se te ocurre que quiero meterme a la cama contigo! ¡Sonso! ¡Eres muy especial para mí!… ¡y te quiero horrores!… ¡además debo de ser fiel a mi enamorado!- sostuvo entre carcajadas.

-¡Carajo!… ¡me cagaste en una!…

-Déjame ponerme algo para salir, ¿sí?... mira que tenemos toda la tarde para estar juntos, ex cuñis…

Paquita fue nuevamente a su dormitorio a vestirse con una ropa más adecuada. Mientras mi cabeza estaba a punto de estallar. Invadía un terrible apetito carnal hacia aquella muchacha, deseando llevarla a su departamento y culearla en todas las poses existentes hasta que diga basta. O siento tal vez que este confundido por aquel juego travieso de Paquita. Cuando de pronto por las escaleras de aquella casa, bajaba raudamente aquella perversa y pecaminosa figura traviesa en sostén y calzón.

-¡Sorry Ricardito!… ¡pero, me urge ir al baño!…

-(¡Carajo!)- pensé -(¿Que chucha fue eso?)…

Aquella escena me sacó de los niveles conceptuales, desconcentrándome de todo acto intocable hacia mi ex cuñadita. Luego de unos minutos de sentirme el más cojudo de todos los seres ante la presencia de aquel descomunal cuerpo juvenil, Paquita apareció.

-¡Discúlpame Ricardo; pero me moría de ganas de hacer pichi, y tenía que bajar al baño por que el de arriba esta malogrado y tengo que esperar que mi mami y mi papi vengan de viaje para que manden a repararlo!…

-¡Sí!… ¡no hay problema!… pero, al menos tapate ¿no?...

-¡Pero, qué problema hay!… ¡si de chiquita me viste calata!…

-¡Sí!… ¡tú lo dijiste!… ¡de chiquita!…

-¡Sonso!… ¡solo he cambiado un poco!… ¡nada más!… ¡lo demás todo está en su sitio!… ¡y buen puesto!…

Diciendo eso, Paquita nuevamente subió las escaleras en ropa íntima, volteándose y mirándome con cierta picardía.

-(¡Carajo!… ¡Luego dicen que yo soy el pendejo y que me las agarro a todas!)…

Al cabo de unos minutos, Paquita salió de su habitación vistiendo una minifalda de jeans, un polo manga cero con el estampado de unos labios rojos en el pecho y unas sandalias con florcitas en los lados. Todo esto acompañados de un cabello castaño amarrado en colita y con poco rubor facial. Haciendo en ella la joven más rica que había visto (a excepción de Verónica).

-¡Nos vamos!- propuso Paquita.

-¡Nos vamos, a donde tú desees!…

-¿A dónde yo desee?- preguntó Paquita.

Sonreí en complicidad con aquella pregunta -¡Sí!… ¡a donde tú quieras!…

Ambos salimos de la casa, verificando que todo esté completamente cerrado y nos subimos a la motocicleta. El rumbo aún no estaba definido. Era un día nublado. Era genial para pasear por ahí.

-¡Ricardito! ¡Vamos al parque anda que no hay sol y podremos hacer algo divertido!- propuso Paquita.

-¡Vamos pues!…

Tomamos rumbo a un parque donde nosotros solíamos jugar cuando éramos más jóvenes. Cruzamos calles con casas viejas con árboles que tenían más años que la misma ciudad fundada y en las veredas, señoras viejas, ancianas sentadas en sus mecedoras acariciando a un gato en sus faldas, solas y tristes con aquella compañía felina. Cuando llegamos a aquel parque, nos bajamos de la motocicleta y caminamos un poco tomados de la mano.

-¿Qué dirían nuestras parejas sin nos ven así, tomados de la mano?- preguntó Paquita.

-¡Dirían que ambos estamos poniéndoles los cuernos y que estamos culeando a más no poder y para eso vinimos a este parque!- respondí sonriendo.

-¡Loco!… ¡tú y tus tonterías!…

Ambos comenzamos a reírnos de aquella disparatada respuesta.

-¡Ricardito, juguemos a las tocadas!- propuso Paquita.

-¿A las tocadas?... ¿no te parece que vas muy rápido?... ¡primero calentémonos y luego nos tocamos, je, je, je!…

-¡No loco!… ¡te digo que juguemos a las tocaditas!… ¡como cuando éramos niños!… ¿recuerdas?...

-¡Bueno!… ¡yo ya no era tan niño que digamos!…

-¡Sí!… ¡ya sé que me llevas 16 años de diferencia!… ¡y eso que!… ¡juguemos nomas!… ¡no seas malito!… ¡compláceme!… ¿sí?...

Di un suspiro de aceptación forzada y complací a Paquita. Comenzamos a correr por todo el parque, siendo yo el primero en perseguir a Paquita, la cual gozaba por aquel juego. Aquella escena de felicidad por parte de Paquita, me contagió dejando a un lado los perjuicios que había causado aquella petición del juego de las topaditas. Parecíamos nuevamente dos niños jugando como antes. Corriendo por el campo verde. Sudando por todos los poros habidos y por haber. Tropezando, cayendo, revolcando y ensuciándonos. Terminamos mirándonos y riéndonos uno del otro. Luego de varias horas de estar jugando en aquel parque, decidimos terminar aquel día maravilloso.

-¡Vámonos ya!- propuso Paquita.

-¡Sí!… ¡es hora de irnos!- respondí.

-¡Me gustó pasarla contigo Ricardo!… ¡me hiciste recordar muchas cosas bonitas!… ¡gracias por hacerme ver que estoy viva!…

-¡No seas cojuda!… ¡tienes muchas cosas buenas y bonitas a tu alrededor!… están tus padres, tu hermana… tu enamorado… yo… que te queremos mucho…

-¡Sé que tú me quieres como mierda Ricardo; pero no se de los demás!… ¡mis padres, ahora más que nunca, paran de viajes en viajes!… ¡mi hermana, para de su trabajo a la casa de su enamorado y solo viene a dormir!… y mi enamorado… solo me busca cuando quiere salir a divertirse… tampoco soy una puta para querer estar solo con él cuando quiere sexo… ¿o sí?... ¡tú qué piensas de eso!… ¿si estarías conmigo, solo me buscarías para tener sexo?...

Quería responder positivamente a aquella pregunta diciendo: “Si, si, si mamita… si supieras las ganas que tengo de llevarte a la cama y hacerte mía lo más pronto posible…”

-¡En primer lugar Paqui, no pienses de ese modo!… ¡tus papis te quieren como mierda al igual que tu desneuronada hermana!… y tu enamorado… a ese huevón si déjalo que no esté comiendo ese riquísimo manjar si no sabe cuidarlo…

-Ja, ja, ja… ¡loco!… ¡sé que mis padres me quieren al igual que mi hermana!… ¡pero a veces me siento sola!… ¡y busco refugio en Jorge!… ¡no sé qué hacer!…

-¡No busque cariño en alguien que solo quiere aprovecharse de ti!… ¡tienes aun buenos amigos que te quieren por lo que eres, que te valoran por tus actos, sin fijarse en lo riquísima que estas!…

-¡Ya, loco!… ¡no me digas eso que me la voy a creer!…

Continuamos riéndonos de aquellas disparatadas ocurrencias que ocasionaba aquel dialogo.

-¡Bueno Ricardo!… ¡vamos a mi casa!… ¡tengo que darme un baño, cambiarme, hacerme la cena y meterme a la cama!…

Nos tomamos de la mano y nos dirigimos a mi vehículo, con destino a la casa de Paquita. En el trayecto iba pensando en aquella niña que se hizo mujer en tan corto tiempo. Tan solo unos cuantos años atrás era tan solo una niña correteando en calzones por su casa, y ahora era toda una sirena echa mujer.

Al llegar a la casa Málaga, entramos en la casa. Puse la alarma a la motocicleta como de costumbre.

-Tú si no pones esa bendita alarma no estás contento, ¿no es cierto?...

-¿Quieres que me roben la moto?...

-¡Es que es muy bulliciosa y jode ese sonido!…

-¡Para eso mismo es la alarma!… ¡para joder y que el ladrón salga volando del susto!- respondí.

Terminado de hablar, Paquita nuevamente me toca diciendo -¡La llevas!- comenzó a correr por la casa. Causando en mí, el contagio de proseguir con el juegos de las topadas. Aquella casa parecía inmensa cuando aquellos esquivaban los muebles, adornos y demás objetos que había por todos los ambientes de la casa. Llegando hasta el cuarto de Paquita donde ella comenzaba a mordisquear todo mi cuerpo (según ella jugando). Entonces caímos en la cama y ella se levantó en una, y se tiró encima mío a seguir mordiéndome, causando que en varias ocasiones estuviéramos a punto de besarnos, hasta que en una oportunidad la besé. Ella no hizo nada (no me respondió aquel beso). Entonces Paquita salió de la habitación y se metió al baño malogrado del segundo piso de aquella casa.

-(¡Putamadre!… ¡ya la cagué!)- me decía a mí mismo.

Paquita salió del baño en silencio. No pronunció una sola palabra.

-¡Sorry Paqui!… ¡no fue mi intensión haber hecho lo que hice!… ¿estás asada conmigo?- pregunté.

Ella no respondió nada. Y el silencio nuevamente se apoderó de aquel momento.

-¡Creo que ya es hora de retirarme!- dije.

-¡Sí!- respondió Paquita.

-¡Discúlpame Paqui!… ¡no quise cagarla así!…

-¡No te preocupes Ricardo!… creo que… si no lo hacías tu… lo hacía yo… pero creo que las cosas estaban confundidas para ambos… nos dejamos llevar por este maravilloso día… solo eso… así que no hay nada que disculpar… ¿sí?...

La miré sin decir una sola palabra. No tenía nada que decir. Entonces Paquita cogió un bolígrafo y me dijo -¡Te hago un tatuaje temporal!- a lo que respondí sin pensarlo -¡Bueno!- entonces ella cogió y puso en mi brazo, su nombre, Paquita.

-¡Ahora sí!… ¡Puede irse señor!- dijo propinando una mordisco en mi pecho.

Al salir de aquella casa, los recuerdos de infancia y los actuales, se mesclaron en una sola sopa de pensamientos.

-¡No!… ¡una más, no!…