7 mar 2011

DIA 10 – Miércoles

Aquel día, fui muy temprano a la oficina, notando la ausencia de aquel viejo personaje custodiando la puerta principal de aquella institución. Nunca dejaba su puesto de trabajo, así este enfermo, con fiebre y con los mocos expuestos. Su trabajo era su familia.

Como en la gran mayoría de oportunidades, Josefa siempre era la primera en llegar para poner en orden los asuntos pendientes del área.

-¡Josefita!… ¡sabes dónde está el viejo de la puerta!- pregunté.

-¡No lo sé cholito!… ¡pero, hay rumores de que el salvaje “dictador” general le llamo la atención y lo empujó de tal forma que el portero se puso muy mal y se lo llevaron al hospital!…

-¿Cuándo mierda sucedió eso?…

-¡Anoche cuando el “dictador” se retiraba a su casa!… ¡ya era muy tarde!… ¡el muy hijo de puta salía con su amante de tirar en su oficina!… ¡El muy tacaño no quiere gastar ni para revolcarse en un departamento caleta con esa tía del banco de inversiones!…

-¡Al menos él tiene buen gusto!… ¡esa tía está como para comérsela con caca y todo!… ¡ella es la que tiene mal gusto por meterse con él!…

-¡Esa es una puta de mierda!… ¡casada y con hijos!… ¡por eso no quiere ir al hotel!… ¡porque sabe que ahí la descubrirían!- susurraba Josefa -¡El detalle es que el “dictador” de mierda gritó muy feo al pobre viejito de la puerta!… y según las exageraciones dio un empujón y este resbaló no pudiendo volver pararse…

-¿Y a qué hospital lo llevaron?- pregunté.

-¡A ninguno!… ¡se lo llevaron al puesto de salud de la vuelta!- respondió Josefa.

-¡Negrita ya vuelvo!… tengo que ver a mi amigo- dije levantándome de mi sitio.

-¡No te preocupes Ricardito, yo te cubro para cualquier cosa!…

-¡Eres un amor negra de mi corazón!… ¡y si yo no sería tan pendejo, te enamoraría, nos casaríamos y seriamos felices!… con un colorín colorado…

-¡Eres un baboso, carajo!… y ya vete antes de que me arrepienta en cubrirte con la cara de culo…

Salí raudamente de aquella institución con rumbo a la posta de salud cerca al lugar de trabajo. Cruzaba las pistas sin mirar si algún vehículo transitaba por ahí, recibiendo las puteadas correspondientes de los conductores. Pero eso no me importaba, aquel viejo amigo se encontraba delicado de salud y tenía que verlo.

Al llegar al puesto de salud, me encontré con un ambiente tétrico, lucubre con instrumentos quirúrgicos viejos y oxidados, camillas sin ruedas, camas sin sabana que las cubran, los baños hediendo a mil mierdas juntas. Después de revisar cuarto por cuarto, encontré a aquel hombre longevo postrado en una de aquellas camas viejas y despintadas, colgando sobre unos fierro una botella de suero a punto de acabarse. Aquel anciano volteó y sonrió. Las palabras eran silencio, los gritos imperceptibles al oído. No podía gesticular un solo sonido, ni siquiera una queja de dolor. Me acerqué y acaricié la cabeza con cabellos canos de aquel noble amigo.

-¡Te recuperaras mi buen amigo!… ¡veras que estarás mejor y saldremos a culearnos a un par de chibolas como a ti te gustan!… ¡culonitas y tetonas!…

Aquel añejo ser sonrió y de sus ojos brotaron lágrimas.

-¿Disculpe es usted pariente del señor?- preguntó el galeno de turno.

-¡No doctor!… ¡es mi compañero de trabajo!… ¡el señor no tiene familiares que conozcamos!...

-¡La situación del paciente es crítica!… ¡necesitamos evacuarlo al hospital general para su recuperación!…

-¿Y qué espera que no lo hace?- pregunté.

-Ya que el paciente no tiene familiares… necesitamos la firma del jefe inmediato de su trabajo para su traslado y costear los medicamentos requeridos- respondió el galeno.

-¡Pues hágalo ahora!… ¡no espere más tiempo que mi amigo se encuentra muy mal!…

-¡Tranquilícese joven, que acá hacemos todo lo humanamente posible para salvar vidas!… ¡mire en las condiciones en que nos encontramos!…

Quedé callado ante la verdad de aquellas escenas. Miré nuevamente a mi anciano amigo -¡Volveré viejo!… ¡volveré!…

Aquel retorno a la oficina fue mucho más rápido que la ida al puesto de salud.

-¿Y qué pasó?- preguntó Josefa.

-¡El viejo está muy mal!… ¡da pena verlo!- respondí.

-¡Con razón hay dos enfermeros esperando al señor Segundo con unos papeles para hacer el traslado del pobre viejito!…

-¡Ese conchesumadre los va a hacer esperar!…

-¡Es que está atendiendo nuevamente a la tipa esa del banco de inversiones… de seguro que le está dando otra culeadita de yapa!- dijo Josefa.

Aquel ambiente se llenó de un silencio sepulcral, ni una puta mosca hacia el más cojudo ruido. Ni Leónidas, Rodrigo y Cristina hicieron comentario alguno. Luego de un rato de tanta espera de los enfermeros, se dignó en atenderlos y despacharlos casi al instante.

-¡Pobre viejo!… ¡iré a verlo a la hora de salida!- dije.

-¡Te acompañaremos Ricardín!- dijo Leónidas.

-¡Claro!… ¡una visita de todos reanimará al viejo!- dijo Rodrigo.

Estaba lleno de tensiones y emociones encontradas que me hacían irritable. Cristina se acercó a mí y me acarició la cabeza -¡Verá señor que todo irá bien!…

-¡Gracias por tus palabras Cris!…

Al llegar la hora de salida todos fuimos a la posta médica a ver como se encontraba el viejo portero, amigo de todos, fiel escudero de aquella institución. Los guié hasta la habitación donde se encontraba, notando la ausencia del veterano personaje.

-¡Carajo!… ¿dónde está el viejo?- pregunté.

-¡De seguro vio el culito de alguna enfermera sin calzón y se fue detrás de ella!… ja, ja, ja- dijo Leónidas tratando de aliviar la tensión.

-¡Disculpe señorita!- preguntó Cristina a una de las enfermeras -¿Dónde se encuentra el señor que estaba en esta cama?...

-¡No lo sé señorita!… ¡yo ingrese en el segundo turno y el médico encargado no se encuentra en estos momentos!- respondió aquella asistente de salud.

-¡Es mejor que regresemos mañana a averiguar a donde se lo llevaron!… ¡puede ser que ya lo hayan derivado al hospital general!- comentó Josefa.

-¡Sí negra, tienes razón!… ¡más bien, gracias por venir a ver al viejo!…

La mirada de aquellos compañeros eran más que suficientes para saber que no había que dar las gracias por ello.

Luego cada uno se retiró a sus domicilios, quedándome solo con Cristina.

-¿Quieres que te de un aventón a tu casa?- dije.

-¡Primero me gustaría ir a su casa y hacerle unos masajes contra la tensión que usted lleva consigo!- respondió Cristina -¡Por si no lo sabe, mi mamá es masoterapeuta y experta en reflexoterapia!… ¡así que de tal palo, tal astilla!...

-¡No me parece buena idea!- dije.

-¡Insisto!… ¡y si usted me lleva a mi casa no me bajare de su motocicleta!…

Lo pensé detenidamente.

-¡Está bien Cristina!… ¡pero solo un instante!… ¡no quiero que malinterpreten las cosas cuando estés ingresando conmigo a mi departamento!…

-¡Señor!… ¡sé que usted tiene enamorada!… ¡y no haría nada que usted no quiera!- respondió sin tabúes.

Al llegar al departamento, ambos ingresamos a aquel desorden de soltero, juntando las ropas tiradas por doquier y acomodándolo donde mejor pueda.

-¡Disculpa el desorden!… ¡a veces no tengo tiempo de ordenar las cosas!…

-¡No se preocupe, que también tengo hermanos varones y se cómo son de desordenados!… ¡así que no me asusta lo que veo!- sonrió mirándome a los ojos y entre mordiéndose los labios -¡Quítese la camisa y voltéese boca abajo!- ordenó aquella joven practicante. A lo que acaté instantáneamente. Cerré los ojos y sentí que aquel cuerpo moldeado en medidas perfectas se subía a la cama y se situaba encima de mi cuerpo desnudo. Luego me dejé llevar por los masajes y caricias técnicas vertidas por aquella novel terapeuta. Aquellas frotaciones eran más que reconfortantes. Llegando incluso a provocar una excitación en mí.

-¡Basta!… ¡fue suficiente por hoy!- dije.

-¡Aún no termina la terapia!- dijo Cristina en tono coqueto.

-¡Dejémoslo para otro día!… ¿te parece?...

-¡Como usted diga!- respondió Cristina.

-¡Vamos que te llevaré a tu casa!…

-¡No es necesario!- respondió de un sobresalto -¡Más bien usted descanse y mañana nos vemos en la oficina!…

-¡Bueno!… ¡entonces hasta mañana!… ¡y gracia por los masajes!… ¡siento que me han relajado mucho!- dije.

-¡Pero, recuerde que aun la terapia esta inconclusa!… ¡y tenemos que terminarla!…

-¡Ok!…

-¡Hasta mañana señor!…

-¡Hasta mañana Cristina!…

Aquella exaltación en Cristina me dio mucho que pensar. Que escondía aquella muchacha. Cuál es el secreto que guardaba.