7 mar 2011

DIA 05 – Viernes

-¿Aló?… ¿Verónica?...

-¡Sí!… Ella contesta… ¿Con quién hablo?- respondió Verónica entre sueños.

-¡Soy Ricardo!… Disculpa que te llame tan temprano…

-¿Ricardo?- aquel nombre hizo que Verónica pierda todo tipo de cansancio y expulsar así todo sueño acumulado -¡Que sorpresa!… ¡Pero, como obtuviste mi número de celular!… ¡No lo entiendo!…

-¡Discúlpame si te desperté tan temprano!…

-Ni tanto, ya son las seis y media… siempre me levanto a estas horas… pero, dime ¿quién te dio mi número de celular?…

-Mmm… misterio…

-¡No seas malo!…

-¡No soy malo!- quedando en un breve silencio -¡Vero! ¡Te llamaba para saber si puedo pasar a recogerte para ir juntos al trabajo!- un pequeño silencio invadió aquella conversación dejándome en la intriga.

-¡Claro que sí!- respondió Verónica muy animada.

-¡Perfecto!… ¡Entonces paso por ti a como un cuarto para las ocho!- dije.

-¡Chévere!… ¡Te estaré esperando a esa hora!- respondió Verónica.

Nada estaba planeado, simplemente sucedió sin que me diera cuenta de ello, o tal vez pueda que haya estado confundiendo sentimientos encontrados. Pero ahora lo importante era lo que sentía o creía sentir.

Al llegar la hora indicada Verónica se encontraba en la puerta de su casa, modesta por fuera, estilo clásico, con un cerco de madera de color verde claro, con árboles frutales en el interior de la huerta. Llegué con mi vehículo y me estacioné en la vereda de aquella casa, observé a Verónica venir a mi encuentro, vistiendo un pantalón jean apretado hasta la cadera, con un top rosado que dejaba descubierto su plano y firme abdomen, maquillada lo mínimo posible, con el cabello suelto negro azabache y una sonrisa en los labios que me enloquecía.

-¡Lista!- dijo en tono coqueto.

-¡Estás preciosa!… y más que eso- dije.

-¡Y eso que no es una cita!- respondió Verónica.

Subió a la motocicleta y ambos enrumbamos el camino hacia la oficina. Ambos estábamos callados mientras conducía. Verónica me abrazaba tiernamente apoyando su cabeza en mi espalda, mientras yo me sentía en las nubes con aquella sensación -(¿Que mierda es lo que está pasando?)- buscaba alguna respuesta en mi mente, sin encontrarla.

Al llegar a las instalaciones del centro de trabajo nos encontramos con aquel anciano portero y como siempre hice una reverencia hacia mi amigo, la cual fue reciproca devolviendo la cortesía.

-¡Se nota que le tienes un cariño a aquel señor!- dijo Verónica.

-¡No es que le tenga un cariño en especial!… ¡Es un respeto hacia aquel hombre que sufre en vida, sin familiares, ni amigos que lo visiten, ni perro que lo ladre!… ¡Es un respeto a su valentía!- respondí.

-¡Bueno señor Ricardo, diríjase a su escritorio que yo me voy al mío!…

-¡Muy bien señorita Verónica!… Espero que en la hora de refrigerio podamos almorzar nuevamente…

-¡Déjame ver que excusa invento a mi tía para no ir a almorzar con ella!… sino piñas- respondió Verónica con una sonrisa en los labios.

Me senté embobado, acojudado y ahuevado en mi lugar correspondiente con el afán de proseguir con mis labores diarias. De pronto la silueta descomunal de medidas casi perfectas interrumpió la tranquilidad del momento.

-¡Cuéntamelo todo!… ¡Detalle por detalle!- dijo Josefa.

-¡Solo te diré una cosa negrita!…

-¡Carajo!… ¡Dilo de una vez que me mata la curiosidad!…

-¡Estoy dispuesto a que me metas el dedo en el culo!… pero, hazlo con delicadeza y con amor por favor…

-Ja, ja, ja… ¡Maricón!… no te la agarraste, ¿cierto?...

-¡No negra!… ¡aun!… no quiero cagarla, quiero que vaya todo como debe de ser…

-¡Lo oigo y no lo creo!… así creo que es el refrán ¿o me equivoco?...

-Sí, te equivocas… lo correcto es decir, lo veo y no lo creo…

-¡Que chucha chochera, la que tiene plata habla como su mierda gana le dé!…

-¡Cierto!… muy cierto… Y si tú hablas así es porque te cagas en plata… Así que déjate de huevadas y préstame plata que estoy hasta el culo de misio- nuevamente las risas y jodas se apoderaban de aquella área laboral, siendo a veces la más irreverente de las demás, por llamarla de otro modo, la más sincera. Si había que reírse lo hacíamos, si había que trabajar trabajábamos y si había que huevear hueveábamos.

-¿Ricardín, que harás este fin de semana para divertirte?- me preguntó Leónidas.

-¡No lo sé Leo!… ¡Creo que estaré caserito tomando un par de chelas en compañía de la soledad!…

-¡Tengo un par de amigas que quieren divertirse un poco este fin de semana!… ¡Las llevo a tu depa, tomamos un poco y luego nos la llevamos a algún telo y listo pescadito!… ¡Ambas se manejan un culazo y unas tetazas que nos perderíamos en ellas!- dijo Leónidas.

-¡Creo que invitaré a salir a Verónica!… no se… tal vez a tomar unos helados y luego comer algo para terminarla en la disco- dije.

-¡Huy carajito!… Mi compadre se está templando- dijo Leónidas.

Lo miré con cierta picardía en los ojos dando crédito a lo que decía.

Josefa se acercó a donde estaba y me preguntó en voz baja -¿Que se cree este viejito para salir contigo?… A su edad debería de estar con sus nietos y utilizando pañales desechables para la incontinencia ja, ja, ja…

-¡No lo creas cuero!… Aunque te suene ilógico, tiene muy buenas amigas todas de 18 a 19 años… y muy bien despachadas… como lo hace… no lo sé…

-Oye, pero en serio ¿piensas invitar a tu nueva conquista a salir el día de mañana?- preguntó Josefa.

-¡Está en mi mente hacerlo!… ¡¿Por?!…

-¡Ten cuidado cholo!… Mira que si vas a la disco estarán ahí tus trampas y sabes lo jodidas que son cuando te ven con alguna chica tranquila…

-¡Tú sabes que ya dejé las perradas!… Ahora quiero estar bien conmigo y no cagar a nadie…

-¡Eso tu y yo lo sabemos Ricardito!… pero, ellas no lo saben… y siguen jodiendo ¿o no?... pero, me pregunto y no me respondo… ¿qué chucha les dices o les haces para que estén ahí tras tuyo?… no creo que sea por la huevadita esa que te cuelga entre las piernas…

-¡Negra, lo importante no es el tamaño, sino como utilizarla!…

-¡Bueno carajo, dejemos de huevadas y pongámonos a trabajar aunque sea una vez en la semana!… para que no digan después que nosotros solo cojudeamos en horas de oficina- dijo Josefa.

Al cabo de un rato se acercó Verónica muy presurosa y agitada donde me encontraba -¡Ricar, hable con mi tía y me dijo que no hay problema que si me puedo quedar a almorzar contigo!…

-¿Le dijiste que almorzaríamos juntos?- pregunté con cierta admiración.

-¡Sí, y me dijo que no había problema!… con tal que saliendo del trabajo me lleves de directo a mi casa…

-¡Ok!… se hará lo que usted quiera…

Llegado el medio día ambos nos dirigimos al cafetín para almorzar juntos como lo habían planeado. Pedimos la carta del menú del día e hicimos nuestros pedidos. De pronto sonó mi teléfono celular. Miré aquel aparato a ver quién me llamaba y dejé que sonara hasta el cansancio insistiendo una y otra vez hasta rendirse.

-¿Quién es? ¿Por qué no contestaste?- preguntó Verónica.

Callé por un instante -¡No es nadie!- respondí.

Al culminar la tarde salimos rumbo a la casa de Verónica tal como habíamos acordado.

-¡Gracias nuevamente Ricar!…

-¡Gracias a ti Vero!…

Intercambiamos miradas y sonrisas levemente tímidas -¡Tengo que entrar!… ¿Te cuidas si?... y no hagas travesuras…

-¡Vero!…

-¿Sí?...

-¿Quieres salir mañana a tomar unos helados y luego a la discoteca?...

Verónica lo miró y se acercó murmurando -¡Eres un tipo con mucha suerte! ¿Lo sabías?...

-¿Porque lo dices?...

-¡Mis tíos viajaran mañana por la madrugada fuera de la ciudad y regresarán el domingo por la tarde!… porque si mi tío estuviera acá, no me dejaba salir ni a la esquina… pero, buscaría la manera de salir contigo… así que la respuesta es… ¡Sí!…

Aquella complicidad entre nosotros se convertía en una explosión de emociones, descubriendo nuevas sensaciones.

La cita estaba hecha.