7 mar 2011

DIA 13 – Sábado

El sonido del timbrado del celular hizo que brincara de la cama, teniendo uno de esos sueños en los cuales uno no quiere dejar de dormir y concretarlos. Miré la pantalla del celular y sonreí.

-¡Aló amor!… ¡buen día!… (…)… ¡claro que sí, me parece una muy buena idea!… ¡voy para allá al toque!… ¡y de paso desayunamos, almorzamos y cenamos ahí!… (…)… ¡ok! ¡Me baño, me cambio y salgo!…

Aquella mañana se había organizado una feria gastronómica en las afueras de la ciudad. En las cuales diversos tipos de comidas entre costeñas, serranas y selváticas estarían expuestas para deleite del público de buen paladar.

La señora María, tía de Verónica, iba a ser miembro del jurado calificador, y propuso a su sobrina que invite a su enamorado a pasar el día con ellos, incluyendo al señor Segundo. El punto de encuentro era en el interior de dicha feria.

Eran las nueve de la mañana, todavía ni abría la Feria y el hambre de putamadre invadía mi estómago. Observé un puesto de papitas rellenas con su salsita de cebolla y no dudé en pedir una para comer.

Al poco tiempo llegó Verónica junto con sus tíos y primo.

-¡Ricardo, buen día!…

-¡Buen día señor Segundo!… ¡Buen día señora María!- saludé.

-¿Y a mí no me dices nada?- preguntó Verónica, llevando puesto uno de esos shorts diminutos y ajustados con el top clásico que siempre utilizaba dejando al descubierto su liso abdomen.

-¡Claro que sí mi amor!- me acerqué y le di un beso en los labios.

-¡Ya, ya, no abusen nomas, que no estoy pintado!- dijo el señor Segundo.

-¡Tranquilo Segundo, que tú también fuiste joven y recuerda que nosotros hacíamos lo mismo!- dijo la señora María. A lo que solo le quedó quedarse callado y aceptarlo.

Una vez que abrieron las puertas de aquella feria gastronómica ingresamos y comenzamos a recorrer todos los ambientes y puestos culinarios. Como a las once de la mañana, en la zona de restaurantes, observamos un tacu tacu de mariscos espectacular. El aroma del aderezo del arroz con pollo y del cabrito al palo deleitaba nuestros sentidos gastronómicos. Para bajarla, su rico refresco de aguajina que estaba rayando. Eran las dos de la tarde. Un sorbito de un uvachado traído especialmente de Chanchamayo, muy rico. Completando los traguitos, un refresquito de camu camu que estaba buenazo. Una probadita a los helados de mango y cocona. Y para cerrar el recorrido, fuimos a un lugar donde sirvieron un tallarín verde al estilo oriental. El tallarín en su punto, buenazo, con su ajicito tipo huancaína que no picaba mucho. Que espectacular final para una día gastronómico.

Al culminar el día, fuimos donde la señora María a pedir permiso para ir a dar un paseo en la motocicleta.

-¡Cómo!… ¿no se quedarán a ver cuál de los platos gana la medalla de honor?...

-¡No tía!… ¡ya hemos comido demasiado como para quedarnos a ver más comida!- respondió Verónica.

-¡Bueno!… ¡entonces vayan nomas!… pero, Verónica, no regreses tarde a casa… mira que tu tío es muy celoso…

-¡No se preocupe señora María, me comprometo a llevarla a su casa a la hora que usted nos diga!- dije.

-¡Está bien!… entonces que sea a las ocho de la noche… tiempo justo para yo también estar solo con mi esposo, ya que mi hijo también saldrá con sus amigos y regresará tarde- respondió con un tono coqueto.

Salimos de aquella feria y nos dirigimos al estacionamiento a recoger la motocicleta.

-Y… ¿a dónde quieres ir?...

-¡No lo sé!- respondió Verónica.

Un silencio breve nos apoderó en aquella escena. Dando paso a ideas sugerentes en mi mente.

-¡Qué te parece si vamos a mi departamento!- propuse. A lo que Verónica acepto sin pensarlo dos veces.

Aquel vehículo parecía poseer vida propia y cual destino marcado en el camino llegamos en menos que canta el gallo al departamento.

Al entrar a aquella habitación, encontramos el desorden acostumbrado, camisas y pantalones tirados por todas partes. Medias y calzoncillos en las sillas. Verónica lo miró y entre sonrisas movió la cabeza.

-¡Hombre tenías que ser!… ¡así matas el romance!- sostuvo entre risas.

Verónica pretendía arreglar aquel desorden cuando fue interrumpida por el abrazo que le di. Ambos quedamos mirándonos a los ojos fijamente sin decir una sola palabra. Comenzamos a besarnos lento y dulcemente, sintiendo las caricias de ambos recorrer todo el cuerpo. Nuestras manos cobraron vida, dejándonos llevar por la pasión y el desenfreno. Entre caricias, las prendas que llevábamos puestas iban desprendiéndose de a poco. Conduje a la cama a Verónica que me miraba tiernamente dejando que todo aquello pase. Aquel lecho fue testigo íntimo de una entrega sin temores. Aquellos cuerpos desnudos formaban un solo sentimiento entre la carne y el sudor, entre el amor y la pasión.

Luego de aquella entrega apasionada nos mantuvimos abrazados por un largo tiempo. Yo acariciaba los cabellos de Verónica, mientras ella acariciaba mi torso desnudo.

-Si mi tío se enteraría de esto… nos mataría…

Ambos comenzamos a reírnos aun abrazados sin despegarse el uno del otro. Al cabo de unos minutos sonó el celular de Verónica.

-¡Un toque amor!… ¡es mi tía!… ¡no hagas bulla!… ¿Aló tía?... (…)… ¡Sí!… estoy con Ricardo… (…)… mmm… está bien… ahí vamos- Verónica lo miró como quien decir esta vieja arrecha nos cagó seguir juntos; pero, sabía que aquellas palabras nunca saldrían de sus dulces labios.

-¡Que dijo tu tía!… ¿quiere que te lleve a tu casa?- pregunté.

-¡Sí mi amor!… ¡mi tío tiene que salir a una reunión en el banco de inversiones!- respondió Verónica.

-¿Sábado?...

-¿Sí, no?... ¡extraño!… ¡son cosas de mis tíos!...

El silencio reino nuevamente mientras ambos intercambiábamos miradas.

-¡Me encantó lo que hicimos!… ¡y no me arrepiento!… ¡tú eres el primero!… y quiero que seas el único… ¡quiero que valores lo que hice!… ¡Te Amo Ricardo!…

La miré tiernamente mientras ella expresaba lo que sentía -¡Claro que si mi amor!… ¡no la cagaré!… ¡ten eso por seguro!- afirmé.

Ambos tomamos una ducha refrescante luego de aquellos maravillosos momentos íntimos. Nos pusimos nuestras respectivas prendas. Salimos del departamento abrazados y subimos a la motocicleta. El rumbo estaba tomado, no había desvíos necesarios.

Al llegar a la casa de Verónica bajamos de la motocicleta y la acompañé hasta la puerta de su casa a esperar que ella ingrese.

Tocamos la puerta de la casa y de inmediato salió la señora María con los ojos rojos de haber llorado a mares.

-¡Hola hijo!… ¡disculpa que los haya interrumpido mientras paseaban!- dijo aquella señora.

-(¿Paseaban?)- pensé -¡No se preocupe seño!… ¡primero es lo primero!- dije.

-¡Tengo que entrar amor!… ¡te llamo mañana!… ¿sí?- dijo Verónica.

-¡No te preocupes!… ¡llámame cuando puedas!…

-¡Te Amo Ricar!…

Envié un guiño correspondiendo a lo expuesto por Verónica.

Pensar en Verónica me traía una tranquilidad y estabilidad en mi vida que no estaría dispuesto a dejar a un lado. Solo que tenía que luchar contra las tentaciones.